miércoles, 30 de diciembre de 2015

2016.

Yo no le pido al 2016 porque el 2015 no me escuchó. Que sea el año nuevo el que me pida a mi y que lo haga con ganas y fervor, porque yo no puedo hacer ni un resumen del año que termina porque para mi no acaba hasta que se solucione lo que empezó. 

Pero sí puedo decir que de las personas no sólo se aprende lo que debe hacerse, también lo que no hay que hacer. Que hay que respetar la manera que tiene cada uno de afrontar las penas, aunque no las compartamos. Saber conceder tiempo tanto al resto como a uno mismo; perdonar y perdonarse. Dar las gracias por el más mínimo detalle que hayan hecho por nosotros.

Aprender a cerrar capítulos con uno mismo, a abrir las ventanas y no las puertas que anteriormente cerramos con llave cuando lo que se necesita es tomar el aire. A distanciarse para coger impulso, a hacer autocrítica objetiva por cada comportamiento que se salga de nuestra forma habitual de ser, a convivir con todo lo que nos rodea, a no excusarse, a no quejarse, a prestar atención a lo que de verdad importa y evitar todo aquello y a todos aquellos que nos alejan de donde realmente queremos estar mañana.

Saber encajar los golpes. Aprender a darlos más fuerte. Decir para nuestros adentros: podemos con ésto y más. Porque nunca vamos a llegar a conocer hasta dónde somos capaces de llegar si no nos echamos a caminar.



De mi para el 2016.
Basado en un año que no quiero que se repita.


martes, 29 de diciembre de 2015

Yo, tu, te y me.

¿Que me qué?

¿Tu me qué?

Tu te. Si, tu te. A mi no me. A ti, a ti y a ti. A mi no me.

¿Que yo qué?

Yo no te.

¿Que yo te qué? Yo no te, no te y no te. Yo ni te ni voy a.

Yo me.

Y punto.



De yo para tu.
Basado en abreviaciones.




viernes, 25 de diciembre de 2015

Granada.

Granada es la voz quebrada desde que cruzo el portón de casa, son lágrimas que no me importa que salgan y sobre todo es el abrazo a mi abuela. Llegar al cuarto de mi padre y ver que cada vez que he estado aquí hay algo que me hace recordarlo, fotos de cuando era pequeña apoyadas en los libros de mi padre que hay en las estanterías.

Granada es una contrarreloj conmigo misma, es sacar las ganas de patalear como un niño y gritar "¡yo no me quiero ir!", es saber que tengo poco tiempo para disfrutar, coger aire y volver a sumergirme.


De mi para el tiempo. Párate en seco para no tener que mirar el reloj cuando estoy aquí.
Basado en verdaderos momentos de paz.

sábado, 19 de diciembre de 2015

De corderos ladradores.

Comiendo a las siete de la tarde en su casa, mi amigo Miguel, recién llegado del aeropuerto, me hizo un breve resumen de su experiencia mexicana. Fiestas, estudio y fin de carrera. Poco tardamos en llegar al tema del amor. Él dejó aquí su vida en pausa y me dijo al tiempo que empezábamos el postre: "es hora de retomar todo lo que dejé". Y acto seguido se fue a cambiar de ropa, coger las llaves, dar un beso a su madre y salimos a la calle. Le acompañé hasta la plaza de al lado de su casa y mientras nos despedíamos me soltó la siguiente frase: "nada ha cambiado, tu y yo seguimos siendo en el fondo unos corderos". Y me dejó con la palabra en la boca y echó a andar.

Miguel siempre me deja sentenciada en una frase a la que hay que dar un par de vueltas para entender todo su significado. Sabe que yo voy a reprocharle su dureza jugando a la defensiva y por eso, cuando tiene que decirme algo que sabe que de primeras no me va a gustar pero que es cierto, lo hace a la cara y se va. Creo que es la mejor forma para que yo tenga tiempo para pensar con profundidad el mensaje y acabe por darle la razón la próxima vez que nos vemos.

Seguimos siendo unos corderitos más bien. Si algo me identifica con mi amigo es lo agresivos que somos de primeras al conocernos. No habremos oído veces que somos secos, bordes, pero que si se nos conoce y se establece confianza, somos buenos. Ahora, cuando conocemos a alguien, tardamos en poder llamarle amigo, y es porque ambos sabemos el alto valor de la confianza y del respeto. Alguna vez que otra hemos pecado de ingenuos, y es que en el tiempo que se tarda en apreciar a una persona, hay algunos que toman atajos para llegar antes a nosotros y no los hemos visto venir. De buenos a veces somos tontos. Y nosotros, que de primeras podemos parecer perros de presa, debajo del disfraz se esconde la lana. Perro ladrador poco mordedor.

Por eso esta vez, con esa frase de despedida, debo decirle que, si no debemos creernos el "todo vale", menos lo debemos hacer con el "todo cuenta".

Para el recién llegado. Lo mismo que perdonamos al resto, también debemos aprender a perdonarnos a nosotros mismos y saber cuando abandonar. Será el propósito de año nuevo.

P.D.: Dile a tu madre que nos prepare su lasaña.

Calma y silencio.

Hay veces que no se puede abarcar todo, de eso no hay duda, pero se intenta. Y en el intento de compaginar varios aspectos de tu vida, y más cuando la sensibilidad está a flor de piel, buscas también tiempo para estar en calma. Quien no llora en la primera, va a romperse mientras llora en la última, y más cuando sabe que no ha llegado el final que tanto esperaba. Que la Navidad es feliz si no faltan sillas en la mesa y cuando hay algo que realmente vale la pena celebrar.


Yo, mientras ahogaba mis ganas de llorar evitando hablar, en ese enero que me parece ayer, esos puntos que unidos forman las fronteras y muros que delimité en el principio con ganas y esfuerzo para que no se vinieran abajo, se fueron disipando como si fueran humo con el paso de las semanas y de los meses. No necesité acciones ni palabras, sólo hubo el silencio generalizado y mi letargo. Un sueño profundo que empezó por desechar la rabia y el dolor en un principio, siguiendo por actuar de forma automática manteniendo la cabeza alejada de todo pensamiento, volcándome en cada cosa que hacía, intentando restar importancia mostrando una sonrisa, evitando caer en la tentación de quejarme, levantando la cara ante el picor de ojos que vaticina las lágrimas para que no se escapen y acabó en el momento en el que me vi abandonando una casa a media mañana con la ropa del día anterior y por primera vez en meses con lágrimas recorriendo mis mejillas ante la rabia que me producía saber que no había ni la más mínima confianza para decir lo que me dolía. 

Porque jamás pensé que cruzaría alguna de esas barreras. Porque jamás pensé que pudiera sentirme tan vulnerable. Porque en esa calma y silencio que buscaba simplemente no pensar por un rato, comprendí que también me había silenciado por completo.

Creo que en ese momento comencé a despertar. 

Esto no ha terminado, pero al menos ahora sé que va a tener un final, aunque sea en el los siguientes meses tras este diciembre de este 2015 que no ha terminado por ahora y que todavía va a durar un asalto más. Ahora sí me sirve con llorar para poder lograr vaciarme de esta sensación de frustración y en escribir, porque es ahora donde se encuentra la calma que tanto necesito.



De mi para vosotros. Nunca, repito: NUNCA calléis esa voz interna que guía vuestros pasos, aunque puede que llegue a contradecirse a veces. Y si necesitáis llorar, llorad, que es imperativo. Aunque eso sí, procurad que siempre sea al lado de personas que van a entender el porqué de cada lágrima y balbuceo. Yo tengo la suerte con contar a mi lado a esa persona tras cinco meses de distancia.

Y por el que calla, que otorga el silencio y con él el derecho de poder silenciar, poder volver a tomar el buen camino y que entre tanto ensordece el ruido que provoca. 

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Asqueroso diciembre.

Este año no te encuentro la gracia, ni los motivos para sonreir ni celebrar. Te noto rabioso, como si estuvieras pasando la cuenta de otra mesa por si cuela. Como si quisieras que éste 2015 lo recordásemos desde el 9 de enero hasta su fin. Créeme que lo estás consiguiendo, que nunca te he visto tan empeñado en dejar huella.

Ni deseos ni propósitos, bastante si pasas de una vez y nos dejas tranquilos. Será suficiente que dejes de dar los últimos coletazos a éste año que parece que, más que querer terminarse, está decidido en terminar antes con nosotros.

Dios, dime qué te hemos hecho. Porque me pongo a repasar y no encuentro razones para que te pongas así con nosotros. Ya son ocho diciembres a nuestra espalda y no en la tuya desde que empezó éste sabor amargo que no se va y cada año es más que el anterior, pero éste sí que te estás luciendo. Permíteme que te diga que tanto rencor no hay quien lo soporte, que se acaba escapando la lágrima y en Nochevieja suspiro aliviada porque te terminas.

Qué manía la tuya de hacernos recordar a los que no están, cómo ha cambiado la forma de celebrar la Navidad cambiando de lugar por fuerza mayor y lo más importante, qué valor el tuyo de presentarte tan rápido, cuando todavía tengo en mente las fiestas pasadas.

Yo no te celebraría. Ya no hay propósitos de año nuevo sino el único deseo de estar como estamos un año más. Y aún y así no nos lo concedes. Es más, no te echaría en falta ni a ti ni a tus regalos. Ni la comida ni el champán, porque ya echo de menos las mesas en las que no cabíamos y ahora sobra espacio entre las sillas. Porque echo de menos empezar los años con alegría y ahora el sentimiento es de miedo al pensar que el nuevo año puede traer consigo un disgusto más.

De mi para diciembre. Este año somos menos en la mesa y más lágrimas de alivio por los que estamos que lágrimas de felicidad.

Basado en años que pasan con más penas que alegrías.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Querido Miguel:

Lo primero: ¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS!! No dudo que lo vas a celebrar por todo lo alto, como cada año. Menos mal que nuestra tradición es celebrar los cumpleaños con retraso, pero se me hace raro que no estés aquí aunque sea para darte un abrazo en tu día.

No sabes lo que te echo de menos, todo lo que me haces falta aquí. Bueno, en realidad sí que lo sabes, porque te lo he dicho cada vez que hemos hablado. Este mes sé que se me va a hacer más largo que los otros al ser el último, pero no importa; esto es una cuenta atrás al fin y al cabo. Y mientras yo espero que vuelvas, tú no has vuelto y ya te quieres volver a ir. Lógico en ti. Eres un culo de mal asiento que no para quieto y cuando no has terminado una cosa ya estás pensando en la siguiente. 

Jamás he comprendido cómo llegamos a ese punto medio de entendernos tan bien sin matarnos por el camino. Bueno sí. Si que nos hemos matado a veces. Hemos tenido nuestras temporadas como toda amistad, pero no puedo compararte a ningún otro amigo. Nos conocemos desde que éramos unos críos, y todavía seguimos siéndolo a veces, pero cada uno con sus virtudes y defectos completamente contrarios al otro. Has estado en las buenas y no tan buenas. En las malas, en las pésimas y también en las eufóricas siendo tu mismo en cada momento. No has cambiado nada y eso es de valorar. 

Siendo tan distintos nos hemos tomado la medida. De saber cómo hablarnos según el estado de ánimo del otro, de decirnos las verdades a la cara aunque duelan pero sabiendo curar a la vez. De apoyarnos entre nosotros cuando cojeamos y saber dar tiempo y espacio. Aguantarnos cuando la rabia nos consume, poner la cara, saber cuándo pedir perdón y darnos las gracias, saber los gustos y las debilidades del otro. En definitiva, nos tenemos calados. 

Mi intención era escribirte una carta a mano y te escribí cinco. No me decidía por ninguna, unas son más alegres y otras más tristes y melancólicas. Como no sabía cuál enviarte, he decidido juntarlas todas en un mismo escrito. Sé que no es lo mismo recibir una carta que leer por el ordenador, pero quería que tuvieras algo por tu gran día. Para recibir regalos atrasados ya tendremos días cuando regreses y sobre todo para celebrarlo. Quería que supieras todo lo que eres y significas para mi en tu cumpleaños, aunque ya lo sabes o al menos espero que lo intuyeras. Me conoces y sabes que no soy de ponerme sentimental, pero una vez al año no hace daño y qué mejor día que éste para recordarte todo esto.


Una vez más, muchísimas felicidades marmotilla. Que sea un gran año para ti.

Un beso enorme. Te quiero mucho.

P.D.: ¡vuelve ya! 

viernes, 13 de noviembre de 2015

Espejos, reflejos y no espejismos.

Tu vienes. Yo voy. Y en la mitad del camino, donde creíamos que había llegado el final, nos volvemos a encontrar para seguir caminando juntos. Y no es un espejismo.

Yo he cerrado mis puertas y tu has abierto tus ventanas. Eso fue lo que nos faltó hacer a ambos y ya está hecho. Supe que tenía que encontrar el camino de vuelta cuando vi los restos esparcidos de mi misma después de tu paso y de la guerra que me autodeclaré por ello.

Y tu... No sé qué echaste en falta para volver, y no sé si quiero saberlo o no, pero lo importante es que regresas.

Y volvemos a vernos como un espejo el uno para el otro. Viste repetidamente mi cara de sorpresa cuando te encuentras a alguien en la que te reconoces y esta vez es una más de esas situaciones. Tenernos tan calados desde el primer momento no sé si es bueno o malo, pero no termines de ser mi reflejo.

Ahora lo entiendo. Me gusta verme en ti, por más que me agobie ver mis defectos.


De mi para aquella persona que vuelve. Te he echado de menos.
Basado en caminos por andar.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

No tienes ni puta idea.

A finales de septiembre tuvo lugar una jornada de conferencias. Asistí a muy pocas charlas pero de todas ellas me queda un mensaje de superación, aprendizaje y esfuerzo constante. Salí con unas ganas enormes de comerme el mundo, con una motivación que sólo aquellas personas que te cuentan su experiencia, con las victorias y derrotas, saben transmitirte. De todas ellas, una llamó mi atención y lo hizo de una manera muy profunda. Se titulaba "El cuidado de lo invisible" y quien expuso esa charla fue Gabriel Heras, médico intensivista y creador del proyecto HU-CI (Humanizando los cuidados intensivos). Yo desde aquí le quiero volver a agradecer su labor y trabajo, su entusiasmo e ilusión por este proyecto. 

Hace dos días se publicó en Youtube su exposición: 



El día de esta charla salía emocionada y fui a casa y conté a mi familia lo que había escuchado. Hemos tenido mala suerte en temas de salud estos años, ya sea por uno u otro familiar. Pérdidas y malos tragos que al final han acabado bien. Mentiría si digo que no lloré mientras él hablaba y mentiría aún más si niego que hoy he vuelto a llorar al ver el vídeo. Se lo he enseñado a mi madre y hemos llorado juntas en silencio mientras lo veíamos. Son muchos recuerdos recientes vividos cada una de una manera completamente distinta, pero ante todo con una máxima que nos permitía avanzar: la familia es lo primero que importa. 

Aquellos que me conocen y leen saben de lo que hablo y las ganas que tengo de que acabe este año. 

El título de esta publicación tiene su motivo. Mientras volvía a escuchar la conferencia, al igual que cuando la escuché en directo, una frase me rondaba la mente: "no tienes ni puta idea". Todavía puedo revivir el momento que la escuché y será de los pocos de estos últimos meses que tal vez no pueda olvidarme en mucho tiempo. También será el único recuerdo que me quede de la persona de cuya boca salió la expresión, que conocía más a fondo que yo la situación que estaba viviendo. No sé si tenía intención de hacerme daño o quería que fuera más consciente de lo que estaba sucediendo, pero la frase ahí quedó grabada en mi memoria. 

Sí, es cierto, no tenía ni puta idea. No sabía lo cerca que hemos estado de volcar, por decirlo de alguna manera. Sólo sé que actué de la forma que me habían enseñado y era no preocupándome, sino ocupándome en la medida que podía, de hacer todo lo posible y sentirme útil. Qué bien expresa Gabriel la impotencia que se siente al saber que no puedes hacer nada y quieres darlo todo. Qué rabia te come por dentro al ver que no es suficiente y también cuando necesitas expresárselo a alguien que crees que puede llegar a entenderte. Qué amargura te queda por dentro cuando sabes perfectamente que no has hecho las cosas del todo bien.


Todos esos sentimientos quedan dentro esperando salir algún día en forma de palabras y que las escuche la persona indicada.
Todas las heridas esperan cicatrizar algún día.



De mi para todos aquellos que muestran su parte humana en todos los aspectos de la vida. Gracias.
Basado en conferencias y en experiencias.

jueves, 22 de octubre de 2015

Hoy.

"Dios, como te entiendo. Hoy sería el día perfecto para hacer la maleta y marcharse bien lejos." Y me abrazaste tan fuerte que me hiciste levantar los pies del suelo. Tras unos segundos abrazados, me contaste por qué querías huir y no me extraña.

Hoy me toca a mi. Yo también deseo alejarme. Sin embargo, cambio la ruta y me dirijo directa a por tu abrazo que es sinónimo de casa y a la vez de viaje, porque sigo aquí y sin embargo me parece que estoy a miles de kilómetros de distancia. Cobra sentido el dolor, las lágrimas y el cansancio cuando hay quien te reconforta de la manera que necesito para resurgir de las cenizas. 

Hoy, como cada día que me acoges cuando las fuerzas comienzan a abandonarme, es el punto de inflexión que hace que el día valga la pena y que nada pueda empeorarlo. 

Hoy, como cada vez que me das razones para levantarme, me demuestras una vez más todo lo que ya significas para mi.


Hoy, más que ayer.
Hoy no pienso en mañana.


De mi para todos esos "hoy". ¿Qué sería yo sin esos momentos en los que me aportas calma y tranquilidad?
Basado en días que nadie como él sabe alegrarlos.




Borrador.
2 de marzo del 2015. 
Y contigo cualquier día.

viernes, 16 de octubre de 2015

Un día de éstos.

Un día de éstos, dentro de poco porque lo presiento, vendrá el último día en el que te mantenga en el recuerdo y desaparecerás por completo. Tu nombre tendrá cien referencias antes que a ti y no habrá al que merezcas ser comparado. No evitaré hacer daño a tu memoria porque sabré que nada que provenga de mi te molestará, aunque lo sé desde el día que te hablé de haber conocido a otra persona y simplemente me preguntaste si se parecía en algo a ti y al final, muy al final, resultó que te superaba en maldad. Fue una pregunta bastante egoísta por tu parte. Por otra lado, me aconsejaste que huyera, que se le veía venir y yo te dije que no estaba hecha para esconderme. No me pediste volver, solamente me exigiste no avanzar.

Seguir y no detenerme es un valor del que nunca me voy a desprender porque me conozco y sé que, aunque de primeras no lo parezca, me gusta arriesgar y saber qué puede esperarme al final de cada camino, aunque lo ande a la velocidad de los caracoles.

Tampoco te saludaré, porque serás un fantasma al que sólo yo alcanzo a ver. Ya no descolgaré el teléfono corriendo pensando que te puede pasar algo malo y podré ponerlo en silencio todas las noches y dormir del tirón.

La culpa es mía por querer tenerte a una distancia prudente. Tras una vida he comprendido que no hay una segunda y me duele pensar que es imposible mantenerte a mi lado siendo muy en el fondo una buena persona por todo lo que ocurrió en el pasado y pensamos que por tu parte estaba superado. 

A veces juegas a mi favor y otras en contra. Me siento el visitante en mi propia casa, en mi propia vida. Estrechas el cerco con tus consejos y, por qué no decirlo, también con tus teorías que llevas a la práctica de forma nauseabunda. Porque no podrás negarme que tu llamada a las tantas de la madrugada y sabiendo dónde ibas a encontrarme no fue tensar la cuerda más de lo permitido. Al igual que tus visitas inesperadas. 

Aunque quiero creer que te confundes, al final debo darte la razón y también me culpo yo por dejar que me arrincones. No sé si será la edad o la experiencia, o ambas a la vez lo que te hace adelantarte a los acontecimientos, pero me conoces y sabes que me gusta llevarte la contraria por si alguna vez resulta ser yo la que gano. Ambos sabemos jugar sucio y cada vez nuestros pulsos son más y más dañinos. 

Sabes que procuro hacer todo lo que está en mi mano para que las cosas funcionen, que me cuesta dar por perdido algo o a alguien, que doy oportunidades, tantas y más como me gustaría que me concediesen si me equivoco.

Y algo me dice que a ti ya te di bastantes para que tu mismo encontrases las indicaciones que te di en el mapa.



De mi para el conmigo sin ti. 
Para ti sin mi. 
Una se cansa de escribirte, pero parece que es lo único de lo que sé hacerlo.
Basado en el eterno adiós.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Catorce.

Lo bueno de un martes trece, es que le sigue el catorce. Es un número que he pensado varias veces tatuarme por todo el significado que tiene para mi y al final descarto la idea al pensar: "si lo llevo grabado a fuego, ¿para qué necesito llevarlo impreso con tinta?".

El catorce recoge muchas fechas de distintos meses y años. Penas y alegrías, lágrimas de tristeza y de felicidad. También haber conocido a una persona muy importante en mi vida y también la despedida de otra. Puedo decir que todos los catorces son dignos de ser resaltados en mi calendario. Se cumplen nueve meses de, tres años y ocho meses de... Y así hasta que son cinco catorces a recordar.

Cómo pasa el tiempo. Lo que ya cuento en meses, me parece que ha pasado hace días, y lo que ocurrió hace años, me parece que fue ayer. No sé hasta qué punto intervienen los sentimientos a la hora de recordar momentos, pero supongo que mucho si todavía se me cae la lagrimilla, o sonrío, o me tiemblan las piernas, o un escalofrío que recorre toda mi espalda termina posándose en el pecho.

Se dice "para atrás ni para coger impulso", pero creo que no está de más girar la cabeza para mirar de vez en cuando lo que llevamos recorrido y qué lecciones nos dio el pasado para mejorar en el presente y en el futuro.



De mi para ella, para mi madre. Una fuente incesante de consejos.
Basado en fechas importantes.




sábado, 3 de octubre de 2015

Por tus clavos y los míos.

Por tus clavos y los míos estamos astillados. De tus clavos, tus vicios, tu mal humor, tus idas, venidas, ideas y desafíos estoy llena de agujeros como si de carcoma se tratase. De mis clavos, mis defectos, mis malos recuerdos, mis promesas de conceder otra oportunidad, mi incesante búsqueda dentro de ti de todo lo bueno que tenías, crees que pido la revancha intentando recomponerte por completo.

Y nos prometemos repararnos cuando sabemos que lo único que hacemos es lijarnos el uno al otro. Que de aquí sólo va a quedar serrín y polvo, pero seguimos intentándolo. Ambos mostramos lo egoístas que somos fingiendo intentar ayudarnos en ese empeño por demostrarnos que somos capaces de sostenernos mutuamente cada vez que vuelve a doler donde estamos más heridos. Y al final acabamos volando en mil pedazos.

Maldito orgullo.
Maldito lobo con piel de cordero.
Maldita falsa caridad.



Esto no es amistad ni es nada.


viernes, 18 de septiembre de 2015

Inclasificable.

Me gusta que no sepan clasificarme. Manteniendo conversaciones con personas que defienden un tipo de ideología, al final acaba ocurriendo siempre lo mismo: los de izquierdas creen que soy de derechas, y viceversa. ¡Qué queréis que le haga yo si todos no pensamos igual! Hay cosas que me agradan y otras que me disgustan de cada partido político y por ello no puedo decir que me sienta identificada o representada por alguno de ellos. 

Me gusta, me encanta. Y me gusta porque es un motivo más para evitar las etiquetas que parece que es la manera en la que una persona debe definirse. ¿Y por qué no decirlo? Me gusta saber por qué las personas piensan de cierta manera sobre un hecho, una noticia o lo que sea. Me gusta debatir en resumen. Apretar un poco las tuercas y preguntar, dar otros puntos de vista y ver la reacción de las personas. Dar a conocer también mi opinión.

El concepto de ser humano ya no es suficiente, ahora además hay que pertenecer a uno o varios grupos, sin poder salir de ellos. Me niego en rotundo. Al igual que tener un título universitario te encierra en un concepto y de ahí no te salgas, no te cuestiones aquello que has estudiado, no te plantees siquiera otro método. Que no. Cíñete a la norma y no pienses por tu cuenta. No saques conclusiones si puede haber un medio de prensa que ya te diga lo que debes pensar. Y mantengamos este sistema, por favor. Y si puede ser, evita ser tolerante y respetar la opinión ajena. Que un debate se convierta en un ring de boxeo. Dios mío, ¿acaso quedan personas que te rebatan tus argumentos sin intentar darte golpes bajos?, ¿que no caigan en el "no tienes ni idea" y zanjen la conversación? Ay madre, ¿dónde están los que hacen que te plantees tus ideas dándote buenos argumentos o explicándote dónde está tu error simplemente contando su punto de vista? 

Que no puedan echar abajo tu pensamiento con un "porque si" o con ataques a tu forma de pensar y ver las cosas. Por eso yo suelo decir: YO, creo, YO pienso. Opinión personal transferible y creo, CREO, que respetable si no ha atacado a algo o a alguien. Que para definirte haya que tomarse mucho tiempo contigo. Que haya cafés de por medio, o cerveza. Y que la conversación acabe en otra ronda más. 

Lo malo es que la gente ya no se esfuerza en conocerte. Mejor pedir perdón que permiso. O ni eso. 

Así me gustaría y así me encantaría: inclasificable. Porque para formarte has usado tu propio cerebro, has vivido, has experimentado, has leído, has conocido gente y lugares. Te has ido formando y sigues con ganas de aprender.



De mi para quien lo lea: yo invito a la primera ronda.
Basado en conversaciones y debates.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Septiembre.

He tratado de escribir durante este mes que llevo sin publicar, lo mismo que me ha llevado aceptar la transición del exilio en la ciudad en verano a la vuelta de la normalidad que acaba de comenzar. Con este frío yo pienso en la hibernación, que la glaciación ha terminado para mi. Sin apenas haber salido de la ciudad, una nota algo más que solamente el cambio de estación. Lo malo ya pasó y con ello vuelvo a ser yo.

Septiembre para mi es la verdadera Nochevieja en la que te despides de todo lo malo que tuvo el curso anterior y comienzas otro con energía e ilusión. Además en nada es mi cumpleaños y es un buen día en el que siempre hago balance del año que he vivido. Es el mes de las confidencias con uno mismo, de extraer conclusiones, de proponerse nuevas metas e intentar dejar atrás todo aquello que vas arrastrando y que es un lastre que te impide avanzar más rápido.

A principios de mes vuelven amigos, familia y aquí son fiestas. Durante la semana que duran, todo es euforia y felicidad por comenzar, por retomar la relativa normalidad que se ha echado de menos durante julio y agosto, de reencuentros y también de amargas despedidas, porque los hay que han echado el vuelo y sólo regresan para cambiar de maletas. Por un lado me gusta ser la anfitriona, por decirlo de alguna manera, que les recibe con los brazos abiertos en nuestra ciudad y por otro siento envidia por ser la que está aquí, esperando su momento para hacer lo mismo que ellos y emprender el camino y alejarme. Al menos me queda el consuelo de saber y sentir, cuando viajo fuera, que quiero volver. Y esa sensación creo que nunca desaparecerá de mi.

"Septiembre llega con su: ¡oh Dios mío!". Se entremezcla la nostalgia del pasado y la inquietud por el futuro incierto.  Y qué bonita combinación que supone a la vez una contradicción.




"Suave como una nube, voy a ser vapor.
Un ave que sube y sube sin motor."



De mi para el nuevo año. A ver qué me tienes preparado.
Basado en mi mes favorito.

domingo, 16 de agosto de 2015

Síndrome postvacacional.

Si el síndrome postvacacional es volver a la ciudad y no tener ganas de deshacer la maleta y querer morir al pensar en el lunes que te espera con trabajo y estudio para todo el día, entonces si, sufro síndrome postvacacional y de los grandes. Al menos que en la nevera haya cerveza alivia un poco, pero no del todo.

Pensé que éste verano no iba a tener vacaciones y al final he estado en el sur y ahora me he tomado un descanso en el norte. Echaba de menos mi pueblo de veraneo, mis amigos, la tranquilidad, pero sobre todo echaba de menos a mi familia. A pesar de haber sido un año en el que hemos estado muy unidos, estar sola en la ciudad a veces se hace cuesta arriba y necesitas un descanso de estar tanto tiempo sola.

Mañana será un día que empieza a las siete y media de la mañana y terminará a las diez de la noche, y echaré todas esas horas rindiendo a mi máxima capacidad pensando que es lo que quiero hacer y lo que me gusta y me motiva. Pero hoy va a ser una noche en la que doy por concluido mi verano y creo que puedo permitirme sentirme triste por ello.


De mi para agosto. No te hagas más cuesta arriba.
Basado en retornos.


viernes, 7 de agosto de 2015

Saber apreciar lo malo.

Cuando no puedo expresar mis pensamientos, inquietudes y sentimientos porque las palabras se agolpan en la garganta, cuando me están oyendo pero no escuchan o cuando es mejor quedarse en silencio que luchar contra molinos, lo mejor que se me ocurre hacer es escribir. Y funciona. Ya lo creo que funciona.

¿Que por qué? Porque me libero a mi misma y libero todo lo que quiero decir. Suena estúpido, pero a veces no salen las palabras correctas influidas por las emociones. A veces, se necesita tiempo para saber decir adecuadamente lo que se piensa y sobre todo, se necesita tiempo para no dejar nada en el tintero. Y la verdad que me da igual si a la persona que va dirigida lo lee o no si yo he podido exponer al exterior lo que pienso y es una forma de saber mantener la boca callada en el momento preciso y a la vez no reventar por dentro.

Ya ha pasado más de la mitad de éste año y no ha sido en balde. Ahora lo he entendido. De todo se aprende, de lo bueno y también, con tiempo y en frío, de lo malo. Tengo un escrito que hice bien en no publicar porque me he dado cuenta que se necesita asimilar los hechos con calma para poder extraer conclusiones que te hagan evolucionar y no aferrarte al rencor y al odio. Poder sacar partido de los malos momentos para avanzar y guiarte a ti hacia la meta sin detenerte a quejarte por lo duro que está siendo el camino.

Ahora sí que puedo decir que me he tomado la medida.

De mi para todo lo malo. Se necesita distancia para poder apreciarte.
Basado en una gran mala experiencia. Y espero que sea la última de éste tipo.


domingo, 2 de agosto de 2015

Gestos.

Me escribe tumbado desde su cama que la noche anterior ha bebido bastante, que se encuentra mal y yo le contesto que de vez en cuando no hace daño. Esas copas de las que te arrepientes al día siguiente nos las hemos bebido todos.

Me viene a la memoria una noche en su pueblo, en la que probé por primera vez el gintonic y acabé bebiéndome esas copas de más que él iba pidiendo sin que yo lo viera para que para él fueran de menos. Me acuerdo de la salida de Botica, de la pizzería a la que él no quería ir y yo insistía que debía comer algo mientas notaba el mareo que se salta la fase de ir contenta para apenas ver.

Me acuerdo y pienso que hice bien, que no me arrepiento de ésas copas si a él no le sentaron mal. Que es un ejemplo muy tonto, pero en ésos pequeños detalles, por insignificantes que parezcan, consisten las relaciones. Que demuestran las palabras "me importas".

Y es que no concibo relación alguna sin demostrar, más que decir. Y al igual que esa noche, ha habido otras personas, lugares, noches y días. En las que quieres demostrar que alguien te importa, aunque sea un poco, algo, bastante o mucho. Y que ésos pequeños gestos, no necesitan ser recompensados, pero sí que la otra persona sepa valorarlos y apreciarlos.


De mi para el resacoso. Espero que a la milésima comprendas el concepto amistad.
Basado en conversaciones y recuerdos.


sábado, 1 de agosto de 2015

Para mi.

Lo malo de escribir, es escribir sobre lo que conoces, lo que ves y lo que sientes. Y qué pena tener que escribir sobre cosas malas.

Cada vez que escribo sobre el daño que hacemos y el que recibimos, sobre cuánto puede afectar el dolor y el rencor en nuestro presente y en nuestro futuro, me gustaría no haberlo experimentado. Y me encantaría aún más que mi entorno no hubiera pasado por ello. Porque nadie quiere pasarlo mal, eso es obvio, pero son parte de la vida, pero de nosotros depende como responder ante ello.

Sinceramente, doy vueltas a la cabeza pensando si debo o no publicar un escrito que llega tiempo forjándose y que todavía no he terminado, pero trata sobre estas sensaciones que son difíciles de atajar y el mal sabor de boca lleva durando bastante. Es un texto en el que he descargado rabia, frustración y pena, no es una historia pero sí su desenlace. No versa sobre amor, pero sí sobre la confianza y el respeto, con los demás y con nosotros mismos. Y dudo si publicarlo o no debido a una encrucijada: si es mejor callar (como estoy aprendiendo a hacer) y otorgar o si es más sencillo desahogarme para soltar de una vez todo aunque sea en un blog.

Hasta que lo decida, creo que los anteriores post reflejan varias partes de lo que es todo el escrito.



Para mi.
Basado en textos que todavía no sé si debieran ver la luz.


jueves, 30 de julio de 2015

En clave de jaque mate.

Quedar con mi amigo Luis tras estar sin vernos desde París supone ponernos al día en poco tiempo, contarnos rápidamente qué hemos hecho (y lo que no), pero sobre todo es una incesante sucesión de preguntas retóricas que ahora, en la tranquilidad de mi casa, bombardean mi cabeza.

En los viajes uno se distancia de su casa y de su ciudad para acercarse más a sí mismo, y todas esas cuestiones, dudas e inquietudes encuentran fácilmente la solución cuando son tomadas desde la distancia, muy lejos del ojo del huracán. Y si hay algo que me gusta, es compartir todos esos pensamientos con personas que a la vez que me conocen bien y que saben qué camino voy a tomar sin decírselo, también saben abrirte puertas que tú no has visto. Te sumergen en más preguntas basándose en tus respuestas, te hacen ir mucho mas allá y plantearte ángulos y puntos de vista que ni siquiera te habías imaginado. Y en vez de frustrarte, te alivia pensar que lo hacen por tu bien, que quieren que saques todo tu potencial, que no tomes una buena decisión, sino la mejor de todas.

Son amigos con los que la conversación se mantiene en clave de jaque mate.

Luis me conoce tan bien que sabe que no sé tomarme la medida algunas veces, y son tan escasas al igual que problemáticas. Porque si hay algo que no me gusta, no es no tener todo bajo control, sino no controlarme a mi misma a veces. Suena a oligofrenia severa, pero me refiero a los impulsos, a las emociones, a esa alegría que pasa a ser euforia o a esa tristeza que se asemeja a sentir hielo en el pecho. Y que sin quererlo, puede hacernos decir una mala palabra en el momento equivocado o simplemente no decir nada y llegar a deshora. Y es en ese momento en el que él es el defensor de las causas perdidas, como una que yo me sé. El que no tira la toalla, como una que yo me sé. El que te pregunta "pero, ¿tu has dado todo lo que sabes que puedes dar?", como yo.

Y entonces te das cuenta que, hasta los abanderados de las infinitas oportunidades y de los consecutivos intentos, necesitan a veces que les recuerden que hemos venido a jugar y a arriesgar. A dar todo lo mejor aunque también hayamos dado alguna vez lo peor.



De mi para Luis. Gracias.
Basado en reencuentros.


Se necesita un poco de sur para poder ver el norte.

Huelva, Cádiz, Sevilla, Puerto de Santa María, Sanlúcar, Rota, San Fernando, Conil, Caños, Barbate, Zahara, Bolonia, Tarifa, Algeciras, Tánger, Tetuán, Arcos y Jerez.

Seis días, ahí es nada. Algunos pueblos los hemos visto desde el coche, otros una hora escasa. Horas y horas de coche, litros de gasolina, la tremenda sorpresa de ver a Mark Knopfler en concierto, rotondas, rotondas y más rotondas hasta encontrar la salida de pueblos y ciudades, GPS que no funcionaba, comilonas, playa, botes de protector solar y aftersun, quemaduras, arañazos, vistas impresionantes, amaneceres y puestas de sol, familia, amigos que hemos hecho, pescaíto, marisco, intento de surf con olas de un metro, cervezas, copas, canciones a todo volumen, abrazos, mucho sueño, bailes, risas, llorar de alegría, andaluces con mucha labia, alemanes muy guapos, piernas como granito y unas ganas infinitas de quedarnos unos días más.

No puedo escribir un resumen del día a día y las mil anécdotas, pero sí de la necesidad que tenía por este viaje que ha sido impresionante en todos los sentidos, de desconectar, de estar rodeada de las personas que quiero, de volver con mucha más energía, positividad, y ganas por seguir haciendo lo que me gusta. He aprendido mucho, he sacado conclusiones para mejorar y dar mucho más. Me han mostrado que la debilidad a veces es buena para detenerse y centrarte en aquellas cosas y personas que realmente valen la pena y que todo esfuerzo tiene su recompensa tarde o temprano.

Y sobre todo, sin ti no hubiera sido lo mismo.
Gracias por estos maravillosos días.

De mi para mi acompañante.
Basado en unas minivacaciones.

miércoles, 29 de julio de 2015

Querido Miguel:

29/07/2015

Ahora que me has pasado tu correo electrónico podré escribirte todos los días, porque si no voy a verte en nuestro paseo diario, al menos mantenerte informado de mi aburrida vida en España y en breves te mandaré un resumen (eso sí, muy detallado) de todo lo que he hecho durante mis minivacaciones.

Nos despedimos el martes como si fuéramos a vernos al día siguiente. Estamos a lunes, a una hora escasa para que abandones España y no podía hacer otra cosa que llamarte para decirte lo que ya te echo de menos y lo duro que se van a hacer estos cinco meses (ahí es nada) sin ti.

Siempre hemos hablando de las escasas fronteras que nos queda por cruzar en nuestra amistad y creo que ésta va a ser la más importante de todas. Estar separados tanto tiempo cuando estás acostumbrada a ver a una persona todos los días me va a resultar como poco extraño y más si es una persona que para ti significa tanto. Mi mejor amigo. Y aunque ahora existan muchas formas de comunicación, ninguna supera a unas rondas de cañas y los helados caminando por la ciudad, los consejos, las risas, los lloros, TODO, no va a ser lo mismo y como ya te he dicho empezaré a tachar días en el calendario haciendo la cuenta atrás hasta tu esperada vuelta.


Te cuidado, no hagas nada que yo no haría.
Te quiero mucho pequeña marmota.

Y sobre todo, disfruta. ¡Remata México!



sábado, 18 de julio de 2015

Y lo entendí en ese momento.

Podía estar nerviosa en ese momento, podía estar temblando desde los pies a la cabeza. Podían no surgir las palabras acertadas de mi boca, podía estar diciendo estupideces todo el tiempo mientras en mi cabeza escuchaba la frase "para ya y cierra la boca".

Podía estar enfadada. Podía tener ganas de llorar, de mandar a todo y a todos al traste y evitar reconciliarme con el mundo. Podía estar dolida, intentando recomponer pedazos de un cristal que se ha roto con un sólo golpe.

Podía estar riendo a carcajadas. Podía estar bailando sola mientras canto a gritos la canción.

Y lo entendí en ese momento.

Sólo su brazo por mis hombros, o sus brazos por mi cintura. Y yo ocultando mi cara entre su cuello y su hombro. Y la tranquilidad se hacía presente.


De mi para esos abrazos.
Basado en momentos de calma.

viernes, 17 de julio de 2015

Ella.

Ya han pasado poco más de siete meses desde aquél nueve de enero. Es la primera vez que voy a escribir de ello directamente.


Me acaba de mandar una foto desde la terraza de la casa de Comillas en la que veo el mar. Creo que esa casa ha sido más un refugio donde buscar la calma y la tranquilidad que una casa de vacaciones en sí. Y a esa foto le acompañan dos más en las que me enseña sus adoradas y mimadas flores. Este año gracias a la ayuda de unos vecinos que las podaron en su momento, ella puede tener este año una gran cosecha de flores. Hortensias azules, rosas y blancas. La bugambilia. Las enredaderas. Y yo soy la más feliz del mundo sabiendo que ella está bien, que está descansando y que es feliz.

Estoy feliz y a la vez me invade la tristeza y las lágrimas salen solas y cuando apenas puedo ver el teclado me doy cuenta de cuánto la echo de menos. No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, y en mi caso debería decir "no te das cuenta de todo lo que es para ti una persona que siempre ha estado a tu lado hasta que casi estás a punto de perderla". No me gusta usar las palabras nunca y siempre, porque el destino es caprichoso, pero las personas más, y a veces nos dejamos llevar por los temibles arrebatos, pero hay un círculo de personas que son un siempre y nunca en sí mismas. Aquellas a las que siempre vas a intentar hacer feliz y a las que nunca quieres ver sufrir.Las que son un siempre en tu memoria y un nunca en el olvido.



De mi para ella.
Basado en ella.

miércoles, 15 de julio de 2015

Ahí.

Conjugas con una facilidad asombrosa el pasado y el presente hasta tal punto que obtienes mi futuro condicional. Ahora lo pintas todo tan bonito y no te das cuenta que una vez cogiste un cuadro perfectamente pintado y lo emborronaste posando tus manos en él. Y segundas partes nunca fueron buenas y a la milésima dejé de contar, porque era una sucesión de los errores anteriores y no hay artista que se quiera desvivir por arreglar tu desastre. Ni siquiera yo misma he podido restaurarme.

Todo el cariño que te tengo no sé si es merecido, pero sabes muy bien que a veces se convierte en odio cuando intentas aproximarte de más. Porque te quiero en un punto en el que hemos llegado a estar pero que no sabes permanecer en él durante mucho tiempo. Te quiero entre aquí y allí. Te quiero ahí.

Y si una vez pude decir que no había más oportunidades para que estuvieras cerca de la manera correcta, soy capaz de decírtelo una vez más si no consigues entender que la única forma sana y duradera es que ahora no te acerques demasiado. Pero ésta vez ya juega mi paciencia y porque si te soy sincera, nunca te he querido más lejos que en este momento. Porque de tanto consentirte te he malcriado cual niño pequeño.


De mi para José.
Basado en miles de tropiezos.


martes, 14 de julio de 2015

Lo que cuesta desprenderse de todo.

Es mi segundo verano que me toca trabajar, y nunca he tenido tantas ganas como este año de estar entre semana en la ciudad que se queda vacía para uso y goce propio, que llegue el mediodía del viernes, hacer la maleta y descansar dos días antes de volver a casa el domingo por la noche para retomar el trabajo. Es un placer mantener la cabeza todo un verano haciendo algo que te gusta y te motiva y a la vez apreciar cada segundo de los pocos días que tienes para desconectar. Significa que sigo una rutina, que no me da tiempo a olvidarme de mis funciones, que cocino para mi todo lo que me gusta, y que no me siento mal conmigo misma por estar sin hacer algo de provecho. Y sé que este verano voy a saber conjugar ambos extremos, el disfrute y la obligación, porque tengo la experiencia del año pasado que siempre es un punto a favor.

He tenido veranos y más veranos enteros frente al mar, y lo que de pequeña me parecía un paraíso y mi merecido descanso después del curso, ahora a veces es todo un infierno. Si antes no me importaba rebozarme en la arena, ahora no soporto notarla por el cuerpo. Bañarse y disfrutar de las olas consiste en evitar ser atropellada por quince personas con sus respectivas tablas. Y nunca he sido capaz de tumbarme a tomar el sol más de media hora y me dedico a pasear por la orilla como la gente mayor.
Los amigos que ves de año en año intentan resumir diez meses la primera noche de copas y con los que de verdad mantienes el contacto durante el invierno te conocen y saben perfectamente que lo que quieres, porque es lo mismo que quieren ellos, es darles un abrazo, tirar kilómetros con ellos y aparecer en la otra punta del país (o en alguna ciudad extranjera) y desahogarnos contando todo lo que nos ha pasado para cerrar de una vez el cajón. 

Podría decir que el verano supone para mi Nochevieja y Año Nuevo juntos. Despido lo malo mientras deseo un buen comienzo en septiembre. Al igual que la limpieza que hago siempre en torno a estas fechas de mi armario. Algo tan tonto como tirar ropa que ya no usas o no te vale se convierte en una metáfora de lo que cuesta desprenderse de todo. Porque sabes que a la vuelta te espera lo que no ha tenido tiempo para despedirse como se merece.

Menos mal que este verano va a volver a tocar norte y también sur. En pequeñas dosis, pero muy necesarias.


De mi para el verano. No te hagas largo ni corto. 
Basado en experiencias anteriores.

viernes, 10 de julio de 2015

Cuando bastan las miradas y sobran las palabras.

No sé cuántas veces he amanecido en la cama y la pregunta de oro es: "¿cómo ha podido llevarme desde el sofá hasta aquí sin enterarme?". Hay brazos únicos que dan abrazos y que reconfortan. Que te enganchan por la cintura en mitad de un lugar lleno de gente y te sientes protegida. Que te cogen cuando estás dormida y son como un colchón. Y al mismo tiempo lo acompañan manos que te acarician el pelo y te relajan, que dan masajes y te sientes como si hubieras pisado el paraíso. Que saben cómo, dónde y cuándo.

¿Y qué decir de tus ojos? Cuando bastan las miradas y sobran las palabras porque me has entendido a la perfección. ¿Y cómo describir la sensación que me produce ver que, cuando sonríes, tus mejillas hacen que tus ojos se entrecierren? Es una mezcla de diversión y felicidad verte contento y se multiplica por diez cuando la sonrisa se alza y se puede percibir un destello de auténtica alegría en tus pupilas, como cuando algo te hace especialmente ilusión y pareces un niño la noche de Reyes. Me gusta intentar hacerte feliz porque es intentar sacar todo lo bueno de ambos: intentar en el intento que intentes ser feliz. Y si lo consigo soy más feliz si cabe.

Me alivia saber que puedo hacer que te relajes cuando arrugas el ceño hablando y que no hagas caso omiso de mis palabras. Que de verdad me escuches, que no lleguemos a alzar la voz, que no seas de los que pierden la razón mientras ponen el grito en el cielo, que seas de los que están dispuestos a llegar a entenderse.

Que dijiste en su momento "vamos a intentarlo" y no te has echado atrás a la primera de cambio porque sabes en qué consiste ésto y que de vez en cuando va a haber algún que otro asalto.

Como para no poner la mano en el fuego por ti.


De mi para ti.
Basado en momentos.

miércoles, 8 de julio de 2015

Creer.

No creo que se pueda pasar de cero a cien en segundos. No creo porque es imposible. No creo porque eso no es amor, es atracción. Y quien base sus relaciones en atracción física es que está vacío por dentro. Suena cruel, pero nos reducimos a animales cada vez que nos dejamos guiar por los sentidos y apartamos la lógica y los sentimientos. Sería como ir determinados por la vida aferrados a instintos y naturaleza animal. Nos reducimos a la mínima expresión cuando desistimos de querer rascar la superficie de la otra persona sin llegar a conocer el motor que la impulsa. Yo creo en los ceros que se convierten en dieces (http://www.elcajondegatsby.com/de-cero-a-diez/) Creo en ser valiente y en arriesgar. Creo en ser personas.

Hay que sentir. Y a la vez que sentimos, hay que pensar. Por todo. Para todo. No quiero que haya un sólo instante o persona en mi vida que no me llegue a producir un sentimiento o un pensamiento. No soy nadie para tratar a las personas como objetos porque es algo que no concibo dentro del género humano. Sería una hipócrita conmigo misma si tratase a los demás como no quiero que me tratasen así, porque sé el daño que causa.

Creo que no sabemos el daño que nos hacemos mintiéndonos los unos a los otros y a nosotros mismos no siendo claros. Engañando y engañándonos pensando que la forma menos dolorosa de quitar una tirita es tirando poco a poco. Creo que no sabemos ser críticos o nos ponemos la venda en los ojos ante la decepción que causamos para no sentir nosotros ese mismo sentimiento al saber que hemos fallado. Creo que no sabemos pedir perdón y que no sabemos perdonar ni perdonarnos. Y ésto debería ser enseñado desde pequeños.

Creo que somos seres con demasiada frustración por dentro como para permitirnos el lujo de querer conseguir lo que nos propongamos. Creo que no nos creemos. Que nos han fallado y mentido tantas veces que estamos condicionados por el pasado y no hemos sabido extraer la experiencia, sino solamente el dolor. Creo que nos empeñamos tanto en encontrar la comodidad que se nos han olvidado la palabra esfuerzo por el camino. Creo que somos tan prudentes y vamos tan "a lo seguro", que estamos completamente desarmados ante un giro inesperado de acontecimientos que nos puede hacer volcar. 

Creo que no sabemos la dureza con la que el tiempo juega en nuestra contra, porque "el que no quiso cuando pudo, no podrá cuando quiera". Y nos ponemos el mundo por montera dejando pasar y que pasen de nosotros desechando y desechándonos al mismo tiempo, sin saber valorar ni valorarnos. 



"Si fuera fácil, lo haría cualquiera. Si fuera tan sencillo, estaría lleno de gente haciéndolo antes que tú. Y si no pareciese imposible, todo el mundo lo habría hecho ya. Por eso te sientes tan solo. Porque de aquí en adelante, tu única compañera realmente fiel se llama Soledad. Porque nadie cree que pueda conseguirse. Nadie, menos tú y alguno tan loco como tú. No te preocupes que los demás volverán, el día que ya no haya nada más que hacer. Si acaba bien, para apuntarse el tanto y explicarte el porqué de tu éxito. Y si acaba mal, para decirte que todo esto ya lo veían venir. Por eso tú a lo tuyo, tira millas. Que si fuese fácil, lo haría cualquiera. Si fuera tan sencillo, estaría lleno de gente haciéndolo antes que tú. Y si no pareciese imposible, todo el mundo lo haría hecho ya." 


Risto Mejide. 





De mi para las personas.
Basado en comportamientos animales.

lunes, 6 de julio de 2015

Huellas imborrables.

Digamos que existen huellas imborrables, que hay miradas que te atraviesan y te leen la mente, que hay personas cuya esencia capta adeptos. Son huracanes que pasan y no destruyen. Son personas en las que ves algo que te engancha y te empuja a descubrir nuevos puntos de vista, emociones y reacciones que nunca habías sentido. Personas en las que tienes tus cinco sentidos puestos. Porque tu no quieres gente que pase en balde por tu vida. Es querer conseguir aquello que piensas que es bueno para ti y vas a por ello sin dudarlo un segundo. Y al igual que vas buscando todo aquello que es bueno, vas a potenciar todas tus virtudes, vas a querer dar todo lo bueno de ti. 

Hay quien te hablará de juegos y estrategias cuando es mucho más fácil y sencillo. Y es que hay personas que confunden los conceptos dignidad con orgullo y amor propio con egoísmo. Y no. Con las personas con las que de verdad hay una relación no hay juegos, ni trampas, ni escudos y mucho menos armas de doble filo. 

Son personas que merecen la pena y la alegría también, que confían más en ti que tu mismo, o cuando quieres abandonar y te lo impiden. También son las que te avisan de la inminente caída pero no te evitan el golpe, porque ellos saben todo lo que vas a aprender mientras te levantas y lo que es más importante; lo aprendido por uno mismo vale por dos y se graba a fuego en la piel. Son los que te sacuden el polvo, los que van a recoger los restos pero no te van a poner la tirita porque al que le corresponde hacerlo es a ti. Se pondrán en tu piel y te darán su opinión y a la vez, porque te conocen, se van a adelantar a tus movimientos y saben lo que vas a hacer.

Con ellos la distancia se va a medir en el tiempo que hace que no te dan un abrazo, y no en kilómetros. Son esa valentía que a veces te abandona, aquellas con las que las horas no vuelan; se evaporan y desaparecen. Con las que no hay juegos, ni límites, ni balanzas, ni ganas de soltarse.





De mi para Miguel. Esta vez he podido escribir de un tirón.
Basado en despedidas muy próximas.

miércoles, 1 de julio de 2015

No lo sabes.

No sabes la ansiedad que me genera saber que en poco más de tres semanas te vas. No lo sabes. Sin darme cuenta julio ya está aquí y la despedida que me parecía tan lejana ahora se abalanza sobre nosotros y sobre todo la distancia que nos va a separar, que ya no podremos escribir "estoy en tu portal", "te paso a buscar" o "en cinco minutos en el Peni".

No sabes lo que te voy a echar de menos y no sabes las lágrimas que ya llevo derramadas intentando escribirte ésto. Y tengo que dejarlo aquí.

De mi para Miguel.

martes, 30 de junio de 2015

Estar. II.

Seamos objetivos por un momento. Pensemos antes de actuar. Los que somos impulsivos tenemos ese don de tirarnos sin medir las consecuencias. Seamos objetivos con lo que es subjetivo, con las personas. No demos a nadie por sentado que espere siempre de nosotros lo mejor, porque también puede ser lo peor. Al igual que nosotros de ellos. En ello consiste el verbo estar. Estar porque hemos decidido que simplemente nos lo merecemos y no porque merezca la pena o la alegría. 

Pero tampoco colgarse la medalla al mérito, porque todo el mundo es general una vez acabada la batalla. Cada uno buscando su ritmo y su tiempo, pero no abandonar por encontrarse ni abandonarse por encontrar. No debemos cruzar hacia los extremos, sino andar entre ellos. Al igual que no hay límites más allá de los que queramos poner. Y delimitar reduce lo mismo que poner etiquetas.

Una vez que somos claros con nosotros mismos y con los demás, que empezamos a asentar bases, que hemos valorado los pros y contras, estamos realmente preparados para salir a actuar sabiendo que no todo está en nuestra mano y que hay que dejar que el tiempo y las personas interaccionen con nosotros. No demos por sentado que somos el camino, también hay que aprender a seguir la marcha de otros. Concedamos el beneficio de la duda, no juzguemos sin saber. No cerremos puertas sin saber muy bien el porqué. 


Y ahora te puedo decir, tras varios borradores e intentos por escribir, de intentar empaparme en música, libros y escritos, de pensar que había perdido la facilidad de trasformar pensamiento por escrito, que te he encontrado en todo aquello que intenté buscar en ti. Que no guardo un fiel recuerdo de tu cara, pero sí la sensación que sentía cuando estaba contigo. Y si. De repente al recordarlo me ha recorrido una oleada de escalofríos en pleno verano y los dedos en el teclado van solos. 

No tengo motivos para odiarte ni razones para quererte. Es la indiferencia que le sigue a la decepción. No es que no quiera sentir otra cosa, es que no puedo y no se puede cambiar un sentimiento por otro. Y a veces esa indiferencia se desvanece por el mal sabor de la rabia que supone no esforzarse por conseguir lo que te propones. Porque yo sé que no he puesto todo y que me ha faltado mucho.



Yo estoy. Aquí y ahora. Me he tomado la medida. Y no sé si hago bien, pero estoy dispuesta si veo que por tu parte hay intención de arriesgar. Y que salga el Sol por Antequera o por donde quiera, evitando condicionales, posibles y hablar en futuro y pasado. Partir de cero.


De mi para los que están. Que sigan estando.
De mi para los que no están. Que se arriesguen a estar.
Basado en esta misma noche, entre cortas cabezadas, vueltas por la cama, calor e insomnio, y amaneceres por la ventana.

domingo, 21 de junio de 2015

Fallos y correcciones.

Hay quien no se cansa de intentar aliviarnos con ánimos vacíos. Y una vez que han mostrado su falsa humildad, te presentan su plato fuerte, porque es más fácil decir que te queda mucho por aprender, que no sabes nada de la vida, mirar por encima del hombro por haber superado con éxito una fase o un problema en el que tu ahora te encuentras que preocuparse realmente. Les resulta mucho más fácil señalar las cosas malas de una persona que resaltar sus puntos fuertes. Es esa gente que juzga y sentencia desde su pedestal y no se dan cuenta del asco y desprecio que provocan.

¿Quién es la persona perfecta capaz de juzgar al resto? Yo me declaro incapaz de dar lecciones de moral, pero sí soy capaz de decir lo que pienso.

Yo aprendí que no se trata de una carrera corta ni de una maratón en la que hay que mantener el ritmo constante. Lo aprendí en todas aquellas ocasiones en las que no supe tomar bien las curvas o frené en seco en medio de la carretera porque me faltaban fuerzas. 

Creo que el éxito no se mide en años. Ni tampoco en que podamos basarnos repetidamente en la experiencia, porque sin darnos cuenta, puede ser una repetición constante de errores, esperando que algún día todo salga bien porque confiamos en la suerte y en el camino que seguimos sin salirnos de él. Y menos aún creo en que exista un momento preciso en el que maduramos.

Bastantes veces nos demuestra la vida que puede sorprendernos con un revés, como para que nosotros seamos tan tontos como para seguir jugando el partido fieles a un único estilo.

Y escribo ésto mientras voy haciendo cambios en el texto, porque pensaba que hay que ser constante. Pero no. Hay veces en que la circunstancias te piden apretar y otras, en las que puedes permitirte el lujo de ir mirando por la ventana. Eso sí, sin perder las ganas de ganar.



De mi para el que aprende del pasado. También hay que aprender a corregir fallos.
Basado en correcciones mientras escribo. No subestiméis la capacidad que tiene un teclado de hacerte reconsiderar tus planteamientos.

miércoles, 17 de junio de 2015

No se sale.

De escuchar "Nessun dorma" con los ojos cerrados no se sale. Al igual que de ver El Padrino con su doblaje original, de apoyar la cabeza en su hombro viendo un paisaje, de engancharte a un buen libro, de verle dormir, de querer aprenderte de memoria el disco de tus grupos favoritos, de ver como llueve mientras te bañas en el mar.

No se sale de la risa tonta un día tonto. No se sale de compartir cama aunque ya no haya sueño. Ni de querer dar todo y más porque no es suficiente por todo y por todos. Ni de acabar saltando en un concierto en el que hay que estar sentado, ni de recibir besos en la frente.

No se sale de decir no se sale.

Y menos aún de pensar, cuando se pone un semáforo en verde y viene mucha gente de la otra acerca, que muy poco se diferencia a una batalla y hay que cargar contra los de enfrente. Y menos todavía de querer acariciar nudillos que han dado puñetazos. No se sale de sentir caricias en la espalda, de curar heridas. Y de que nos las curen si saben cómo hacerlo.

No se sale de querer aprender más y más si tu trabajo te motiva a ser cada día mejor, de meter la pata sin querer, de querer sorprender con absurdos detalles, de dar abrazos que cortan la respiración, de buscar la motivación y la energía en uno mismo sabiendo que todo lo que hace es bueno porque sino no se haría.

No se sale y no se quiere salir de escuchar "te quiero" y que la respuesta automática de nuestro cuerpo sea una sonrisa. 

No se sale y no se quiere salir de llorar porque sí.

No, no se sale.


De mi para los adictos.
Basado en vicios y síndrome de abstinencia.

lunes, 15 de junio de 2015

Sentir.

He ido subiendo desde hace tiempo borradores y post del otro blog y he decidido finalmente privatizarlo, escribir solo para mi y poner a funcionar éste al 200%. No es justo que en uno escribiera todos los días lo bueno y malo que me iba sucediendo a modo de diario (porque acumulé tantas libretas y cuadernos que ya no cabían en mis estanterías) y "Séptimo con ascensor" se redujera a un cúmulo de post en el que descargaba toda mi frustación y rabia. Porque como bien explico, iba a ser "Todo aquello que no será dicho, pero necesita ser liberado. Y por eso lo escribo." Pero no me gusta el camino que estaba tomando y he decidí cambiar el tono y simplemente escribir todo aquello que se me pase por la cabeza. Escritos, narraciones, y no tener una lista de borradores; escribir sin filtos.




Temblar por quemarse o quemarse por temblar. Lo primero precede a lo segundo. O no. Tal vez es al revés. O yo que sé. Pero es una sensación tan agradable saber que sientes el contacto y que traspasa todo pensamiento que no sé cómo expresarlo y que se me entienda a la vez.


Que aún hace daño.
Que todavía te hace feliz.
Que sigues llorando.
Que notas el pulso sin necesidad de tocarte las muñecas.


Y lo mejor es que te das cuenta de ello. Que no has perdido la sensibilidad que va mucho más allá del tacto y se transforma en piel de gallina, pupilas dilatadas, piernas temblando, lágrimas de emoción, un vuelco en el estómago o una presión en el pecho. Que estás vivo. Más vivo que nunca. Que no te arrastras de forma automática por las calles.

Y eso hay que saberlo sentir.
Y celebrarlo todos los días, que es lo más importante.



De mi para los que sienten.
Basado en la sensiblerías varias.

domingo, 14 de junio de 2015

El respeto.

Si hay algo que odio a más no poder es el efecto mariposa que provocan las putadas. Y es que parece que hacemos daño porque nos hicieron daño. Y tendemos a desilusionar porque nos desilusionaron a nosotros. Y si puede ser más, mejor. No vayamos a quedar por debajo porque sí. Y esa manía la lleva a cabo gente que todavía no ha descubierto que se hacen mucho más daño a ellos mismos que al resto comportándose de esa manera. Y ya no sé si es más odio o pena lo que siento por ellos.

Una vez que sabemos que la decepción duele más que la rabia y el enfado, excusamos la sed de venganza nombrando un poder supremo que devolverá, a su tiempo, todo lo malo que ha hecho una persona. Creo que el Karma, Dios, Buda o Alá tienen cosas más importantes que hacer. Y también creo que antes de tomarnos la justicia por nuestra mano, tenemos que explorar todo el poder que reside en la indiferencia, que deja a la altura del betún al odio. 

Si el respeto se ha perdido, es muy difícil ganarlo otra vez y tenemos que valorar muy seriamente si merece la pena exponerse a una tercera oportunidad. Y digo tercera, porque la primera vez que confías en alguien, no te ha dado motivos para hacer lo contrario. 
La segunda, es cuando ya ha pasado el umbral por primera vez y ha roto ese pacto no escrito. Y das esa oportunidad de enmendar porque crees, o quieres creer, que sus disculpas son sinceras.
Pero la tercera... Ay, la tercera. 
No seré yo quien niegue oportunidades, pero que antes las precedan actos. Porque si una vez creímos en la palabra y vimos que no sirvió para nada, hay que demostrar con acciones que se merece ese respeto. Y hablo de respeto, porque para mi es una condición necesaria que va ligado al concepto de persona.


De mi para las oportunidades. No sois infinitas.
Basado en hechos desgraciadamente reales y a la vez educativos.

miércoles, 10 de junio de 2015

Ya es hora.

Ha llegado el momento de volver con energías y vitalidad, a no dejarse llevar tanto por lo malo y más por lo bueno. 

Aprendí hace mucho que de los problemas uno no se preocupa, se ocupa. Que la sonrisa y un "buenos días", aunque no sea tan contagioso como quejarse, al menos cala en las personas que tienes cerca y pienso que algún día me devolverán el saludo con el mismo entusiasmo. Que el pesimismo y la negatividad arrastran al fondo de la piscina y el optimismo te deja disfrutar de la superficie, pero sin dejar de ser realista. 

Y aunque la teoría me la sé, hace mucho tiempo que dejé de llevarlo a la práctica.

He vuelto a recordar que la felicidad reside en uno mismo. Que no hay que buscarla en los demás, sino haciendo feliz al resto. No hay que ser egoísta en esta vida. Y cuando se es feliz, el resto viene rodado, porque sale de uno esforzarse con más ganas por cada cosa que hace y tiene más posibilidades de salir bien. 

Ya es hora de retomar viejas costumbres. 
Esto no es un giro de ciento ochenta grados, es una vuelta a ser una misma. 



De mi para el presente. Contador a cero.
Basado en baches que ha habido por el camino. En golpes sobre la mesa. En decir "hasta aquí".


martes, 9 de junio de 2015

De cero a diez.

Leo "El Cajón de Gatsby" desde sus primeras publicaciones. No es muy antigua su página y siempre he recomendado leerla. Hace cosa de un año escribió, el que me parece su mejor post. No sé cuántas veces lo he leído y a la vez me muero de rabia porque supo sacar la esencia del diálogo entre Hache y Dante de la película Martín Hache (si no la habéis visto, os la recomiendo también) y a la vez transformarlo en escrito de una forma que yo no supe.


No puedo escribir nada de esas personas que son ceros y se convierten en dieces, de lo que es dar absolutamente todo, de esas personas cuya mente atrae, que te enganchan por completo, que merece la pena dar el todo por ellas y a la vez hacen lo mismo contigo, porque en este post lo relata a la perfección:



Lo que sí puedo añadir, es que encontrar esa mente maravillosa es difícil, por no decir imposible. Por eso nunca hay que perder las ganas de ilusionarse, de querer conocer, de engancharse de un cero, esperar a que no nos defraude y se convierta en diez. Que no se diga que no se intenta. Y no hablo de encontrar pareja, sino de encontrar personas que de verdad llenen.

Por eso puedo decir que me rodeo de personas que una vez que me han atraído, es muy difícil que me desenganche de ellas. Me refiero a las personas que han sobrevivido al tiempo, a la distancia y a las adversidades. Aquellas que se quedaron. Aquellas con las que me quedo. Aquellas que demostraron y siguen demostrando, de igual o diferente modo, pero que demuestran. Porque la palabra no significa nada si no hay una acción que la confirma. 

Seamos consecuentes. Aunque a veces sea difícil. 



De mi para los dieces.
Basado en textos ajenos que sirven de fuente de inspiración y de aprendizaje.

lunes, 8 de junio de 2015

Querido Luis.

He escrito varias veces de él y para él. Es de las pocas personas que puede leer este blog de arriba a abajo y sabe de qué escribo o sobre quién sin preguntarme. Vaya si me conoce. 

Tras ocho meses desde que me propuso ir a verle, he perdido dos billetes de avión, varios fines de semana planeando nuevos vuelos para que estos días se haya producido al final el esperado encuentro en París. Han sido meses eternos para que se me haya pasado tan rápido. Y no ha sido por la ciudad.




Querido Luis:

Sé que uno de estos días te pasarás por aquí y leerás esta carta. No te he avisado cuando iba a escribirte para que la sorpresa sea mayor (aunque no seas de sorpresas, creo que esta merece la pena). 

Lo primero es darte las gracias, y no solo por acogerme. Gracias por irme a buscar al aeropuerto para al final cruzarnos por el camino y no habernos dado cuenta. Gracias por cocinar para mi y tan bien. Ahora peso un poquito más. Gracias por ser el mejor guía turístico de la ciudad, yo si fuera tu cobraría por el tour que has diseñado para las visitas. Gracias por haberme hecho caminar tanto, ahora las cuestas de Comillas se me harán un poco más llevaderas. Por cierto, en total habrán sido unos 30 kilómetros durante estos días, si mi móvil no falla. Gracias por dejarme dormir, aunque hubiera estado bien que me despertaras a horas más tempranas. Gracias por dejarme hablar durante horas, por dejar que me desahogara porque falta me hacía. Gracias por confiar en mi para desahogarte tu, aunque menos falta te hacía. Gracias por llevarme a la Rue Cambon, ya puedo tachar algo más de mi lista de cosas por hacer en la vida. Era un pequeño homenaje que teníamos que hacer, y lo sabes. Y sobre todo, muchas gracias por ser mi amigo. Queda más que demostrado que la distancia no significa nada si nos podemos poner al día tan rápido y como si no hubiera pasado el tiempo desde la última conversación.


Ahora se te espera en Valladolid, aunque tu no quieras volver. Y lo entiendo. Te he visto en tu ambiente, te he visto feliz como hace mucho que no te veía. Y eso no sabes lo que me alegra. Te mereces estos meses y confío en que sean unos pocos meses más, y si es una vida entera mucho mejor.


Disfruta, porque te lo mereces más que nadie.


P.D.: creo que me olvidé la boina. Espero que venga contigo, no me gustaría perderla.


Un beso muy grande. 
Te quiero.



De mi para Luis.
Basado en uno de esos amigos que forman la familia que uno escoge.