sábado, 19 de diciembre de 2015

De corderos ladradores.

Comiendo a las siete de la tarde en su casa, mi amigo Miguel, recién llegado del aeropuerto, me hizo un breve resumen de su experiencia mexicana. Fiestas, estudio y fin de carrera. Poco tardamos en llegar al tema del amor. Él dejó aquí su vida en pausa y me dijo al tiempo que empezábamos el postre: "es hora de retomar todo lo que dejé". Y acto seguido se fue a cambiar de ropa, coger las llaves, dar un beso a su madre y salimos a la calle. Le acompañé hasta la plaza de al lado de su casa y mientras nos despedíamos me soltó la siguiente frase: "nada ha cambiado, tu y yo seguimos siendo en el fondo unos corderos". Y me dejó con la palabra en la boca y echó a andar.

Miguel siempre me deja sentenciada en una frase a la que hay que dar un par de vueltas para entender todo su significado. Sabe que yo voy a reprocharle su dureza jugando a la defensiva y por eso, cuando tiene que decirme algo que sabe que de primeras no me va a gustar pero que es cierto, lo hace a la cara y se va. Creo que es la mejor forma para que yo tenga tiempo para pensar con profundidad el mensaje y acabe por darle la razón la próxima vez que nos vemos.

Seguimos siendo unos corderitos más bien. Si algo me identifica con mi amigo es lo agresivos que somos de primeras al conocernos. No habremos oído veces que somos secos, bordes, pero que si se nos conoce y se establece confianza, somos buenos. Ahora, cuando conocemos a alguien, tardamos en poder llamarle amigo, y es porque ambos sabemos el alto valor de la confianza y del respeto. Alguna vez que otra hemos pecado de ingenuos, y es que en el tiempo que se tarda en apreciar a una persona, hay algunos que toman atajos para llegar antes a nosotros y no los hemos visto venir. De buenos a veces somos tontos. Y nosotros, que de primeras podemos parecer perros de presa, debajo del disfraz se esconde la lana. Perro ladrador poco mordedor.

Por eso esta vez, con esa frase de despedida, debo decirle que, si no debemos creernos el "todo vale", menos lo debemos hacer con el "todo cuenta".

Para el recién llegado. Lo mismo que perdonamos al resto, también debemos aprender a perdonarnos a nosotros mismos y saber cuando abandonar. Será el propósito de año nuevo.

P.D.: Dile a tu madre que nos prepare su lasaña.

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