miércoles, 2 de diciembre de 2015

Asqueroso diciembre.

Este año no te encuentro la gracia, ni los motivos para sonreir ni celebrar. Te noto rabioso, como si estuvieras pasando la cuenta de otra mesa por si cuela. Como si quisieras que éste 2015 lo recordásemos desde el 9 de enero hasta su fin. Créeme que lo estás consiguiendo, que nunca te he visto tan empeñado en dejar huella.

Ni deseos ni propósitos, bastante si pasas de una vez y nos dejas tranquilos. Será suficiente que dejes de dar los últimos coletazos a éste año que parece que, más que querer terminarse, está decidido en terminar antes con nosotros.

Dios, dime qué te hemos hecho. Porque me pongo a repasar y no encuentro razones para que te pongas así con nosotros. Ya son ocho diciembres a nuestra espalda y no en la tuya desde que empezó éste sabor amargo que no se va y cada año es más que el anterior, pero éste sí que te estás luciendo. Permíteme que te diga que tanto rencor no hay quien lo soporte, que se acaba escapando la lágrima y en Nochevieja suspiro aliviada porque te terminas.

Qué manía la tuya de hacernos recordar a los que no están, cómo ha cambiado la forma de celebrar la Navidad cambiando de lugar por fuerza mayor y lo más importante, qué valor el tuyo de presentarte tan rápido, cuando todavía tengo en mente las fiestas pasadas.

Yo no te celebraría. Ya no hay propósitos de año nuevo sino el único deseo de estar como estamos un año más. Y aún y así no nos lo concedes. Es más, no te echaría en falta ni a ti ni a tus regalos. Ni la comida ni el champán, porque ya echo de menos las mesas en las que no cabíamos y ahora sobra espacio entre las sillas. Porque echo de menos empezar los años con alegría y ahora el sentimiento es de miedo al pensar que el nuevo año puede traer consigo un disgusto más.

De mi para diciembre. Este año somos menos en la mesa y más lágrimas de alivio por los que estamos que lágrimas de felicidad.

Basado en años que pasan con más penas que alegrías.

No hay comentarios:

Publicar un comentario