jueves, 29 de enero de 2015

La ley de imposiblidad de las perfectas combianciones.

Tras años observando combinaciones extravagantes de parejas, tras buscar razones físicas, psíquicas, químicas y emocionales, tras pellizcarme, tras dejar de beber para poder apreciar con mayor objetividad, tras culpar a la casualidad, me siento capacitada para afirmar que los hombres interesantes de este mundo van de la mano por las calles de vuestras ciudades con tías mediocres por no decir auténticos casos de psiquiatría.

Es importante que tengamos claro que nada de lo que hagamos va a cambiar esta realidad aplastante: ellos las prefieren locas. No os angustiéis: las verdades universales nunca son fáciles de digerir.

Y esto lleva a una segunda verdad categórica: nunca se juntan dos especiales, dos interesantes, dos almas gemelas. Todas las parejas funcionan porque uno es el antagonismo de la otra. El capullo y la buenaza, el caballero y la zorra sin sentimientos materialista, la inteligente con el zoquete. El chico interesante y la loca. Eso es y será así por los siglos de los siglos, Amén. Hacedme caso, cuanto antes se os meta en la cabeza, antes daréis en el blanco.

Tengo que puntualizar. Para mí un hombre interesante es un chico capaz de citar en medio de una cena o unas copas a Sabina, a Salinas, a Neruda,  a Carlos Salem o a Ángel González sin sentirse por ello menos hombre, un tío al que el apellido 'Bukowski' no lo asimile a un obseso de las palabras, un golfo atrapado por la senda del alcohol, sino un gran escritor que supo hacer brillar al género del realismo sucio, un cínico, un hijo de puta con todas sus letras pero encantador, de elegancia natural que a veces se marca y saca toda su galantería. Pero lo vuelvo a decir, es mi opinión. Que para otras personas ser interesante significa poder decir fútbol, fiesta, amigos y novia en una misma frase.

Ese tipo de chico en vía de extinción, ese Quique González, ese Robe, ese Antonio Vega, siempre dando en el clavo contigo, siempre haciéndote que te evadas, siempre haciéndote sentir una nueva sensación, alguna idea o pensamiento más que a ti, obcecada de la vida que pensabas que ya lo habías visto todo, se te ha escapado discurrir. Ese Bukowski, ese Sabina, ese Salem, esa combinación de todos mis héroes, estará haciéndole el amor en palabras o físicamente, a algún encefalograma plano cuya peor preocupación es qué síntoma de demencia senil muestro yo mañana.

Y ahí vuelvo a esa clase de mujer, a la auténtica loca.

La niña buena que presentas a tus padres, que nunca te haya puesto los cuernos, tierna, dulce, frágil, una princesa que proteger con tu vida si hiciese falta, porque ella es mucho más que una novia: Ella es todas las canciones de amor que la identifican y todas las veces que ha llorado con El Diario de Noa, temblando y llorando desconsoladamente sólo de pensar que tal vez nunca la quisieran de un modo tan puro.

Y ahora os pregunto chicos: ¿salvar de qué? ¿De hacerse la cama todos los días? Porque una lleva sus locas vistas y la experiencia me demuestra que más jodida es vuestra vida comparada con la de ella. Y ahora os digo también, que no sois tan valientes como pensáis, que también la soléis usar a esa loca para evadiros vosotros mismos de vuestros problemas. Que os tengo calados, zorros.

Ella es una novela rosa en sí misma, con pequeñas pasiones predecibles y conversaciones bucólicas, claro que sí, ella era la espuma de las cervezas que os tomabais juntos con sus problemas, sus sonrisas, sus anécdotas con sus amigas, con sus ex, con sus viajes planeados en los que ni en la mitad estabas tú incluido. Lo cierto es que es ideal, políticamente correcta y adorable. Hasta las reconciliaciones tras su último número que se asemeja, y mira qué casualidad, a un episodio nervioso de un esquizofrénico.
Resumiendo: una mujer cualquiera. Loca sí, pero cualquiera.


Y al final todos locos. Como debe ser.


De mí para Bukowski.

Basado en hechos que se repiten hasta la saciedad.

lunes, 12 de enero de 2015

Cambalache.

A veces el camino recto no siempre es el más corto. Y eso me digo cuando vuelvo a casa. Me doy un paseo, doy vueltas por las calles y aquél que me haya visto cruzar dos o tres veces delante de él habrá pensado que me he perdido de verdad. Y es que a veces hay que perderse para encontrarse. Y a veces también hay que desconectar para resetear la cabeza. Porque voy con los auriculares puestos cuando camino sola, y muchas personas me han dicho que si soy antisocial, a lo que yo les respondo que más bien socializo conmigo misma en esos momentos.

Tenemos un plan de vida fijado. A qué hora de levantarse, qué desayunar, qué tengo que hacer hoy, qué tengo que comprar, y así una sucesión de actividades automáticas hasta que llego a la cama todas las noches con la sensación de no haber usado realmente el cerebro para nada. Y ahí es cuando mi mente se despierta y comienza el verdadero cambalache personal.

Vamos por la vida en modo automático y se los olvida cómo se conducía. Triste. Es realmente triste pasar por esta vida intentando no tener ni un sólo roce cuando lleguemos a la meta. 

A veces me da por pensar durante el día. Mi cabeza sabe que tengo que dormir y ha diseñado un plan perfecto contra el insomnio. No debería contarlo, porque cada vez estoy más segura de que esta vida es para los egoístas, los que estudiaron en la escuela los pronombres personales "yo, mi, me, conmigo" y se olvidaron de la segunda, tercera persona y del plural. Y si algo le afecta, que sea algo que afecte a todo el mundo. 

La semana pasada sucedió los terribles atentados de París y todo el mundo se volcó en las redes sociales para escribir #jesuischarlie y condenar el terrorismo por la barbaridad cometida por unos extremistas fanáticos captados. Yo pienso que la gran mayoría de la población de este mundo también es un extremista fanático captado del pensamiento predominante. Cada día mueren centenares de personas por sus creencias e ideología y tiene que ocurrir el atentado a las puertas de nuestra casa para involucrarnos aunque sea un poco.

Lo siento, pero no. Yo no soy Charlie, Condeno toda manifestación de violencia, ya sea psíquica o física. Desde el insulto hasta la bala y el explosivo. 

Y aquí es cuando vuelvo al tema. Yo prefiero el "yo, mi, me, contigo", que tan bien supo describir Sabina. Pensar que la vida también puede resumirse a un "nosotros". Consejo de supervivencia: no necesites a nadie. Pero quiere. Quiere mucho. Quiere por encima de tus posibilidades. Y cuando llegues a querer tanto verás que sólo necesitas a esas personas que tanto amas. Y que en el fondo, la acción de darse no implica sacrificio alguno, que es mucho más simple, sencillo y la sensación de felicidad es mucho mayor. Porque si decides subirte a un determinado tren, no estás descartando otros trenes. Es que sabes que hay un vagón con dos asientos (o unos cuantos más, porque todo el mundo viaja con familia y amigos) que llevan su nombre y el tuyo. Y no quieres estar en otro asiento que no sea ese.


De mi para los egoístas.
Basado en hechos para dos. Y para todos.



Cambalache. Cantado por Joan Manuel Serrat. Escuchadlo.

https://www.youtube.com/watch?v=UbyOj5HrshQ