miércoles, 26 de junio de 2013

Querido extraño.

Si, extraño. Para mi eres un completo desconocido aunque haya pasado tiempo y encuentros desde que nos conocimos. Sé tu nombre, tu edad, la carrera que estudias y cuatro cosas más pero que no tienen demasiada importancia. En todo este tiempo, creo que te he llegado a conocer más por tus silencios y hechos que por todo lo que me has contado, que ha sido bastante poco. Nuestras conversaciones se resumen en planes con nuestros respectivos amigos, en llevarnos la contraria en política y en preguntarnos que tal el día para esperar siempre un "bien" o un "hasta arriba de clases y trabajo". No sólo es el silencio que te envuelve (y me acaba envolviendo contigo), también es tu indiferencia. Ese poder estar con una persona y no involucrarte con ella. Porque ibas de bueno y resulta que eres el más malo de todos. Por otra parte está tu pasividad que me ha llegado a dominar a mi también. No sé como lo haces, pero tu tranquilidad es contagiosa como un bostezo. Tanto, que me he vuelto como tu al estar contigo. No sé si de forma voluntaria o no, pero al entrar en contacto contigo, es como si atravesara la esfera de la calma y el sueño me invade. Dejo de ser yo misma y me comporto como tu. Me da igual si me escuchas, si te vas o vienes, si me hablas de otras chicas o que estás demasiado ocupado con tus amigos para quedar. Ya me da igual. Porque como siempre tarde en mi, he comprendido que por muchos buenos momentos que haya, no hay razón para seguir con algo que a mi me quita el sueño muchas veces (como hoy, que estoy escribiendo ésto a las cuatro de la madrugada) y me hace sentir mal y a ti ni siquiera te ha despertado preocupación. Es por eso que, dado tu pasotismo, pasividad e indiferencia, me he dado cuenta que esto no es vivir, sino resistir. Y yo no soporto más. Porque he estado pendiente de tu remontada, de esperar algo que sé que nunca va a pasar como el hecho de que hables claro por una vez, pero sobre todo, de hacer como si no te conozco delante de la gente y a solas que falte tiempo para desvestirnos. Para ti. De mi. Basado en montañas rusas, complementos circustanciales y lobos. Por no decir que alguno más de mis escritos me han servido para desahogarme todo este tiempo y para ir acumulando razones para no saber qué hacer contigo.

jueves, 20 de junio de 2013

Caminar.

Hay que empezar a olvidarse de las medias naranjas, de esa persona igual a ti, de Jude Law en "The Holiday" y "Alfie", de Johnny Deep por mucho que cueste y de las historias de Federico Moccia y empezar a buscar a alguien con quien te guste dar un paseo.

Alguien con quien las colas del cine se hagan cortas, con la que sea poder hacer planes improvisados, con quien salir a tomar una, dos copas o las que caigan, o quedar cinco minutos en la plaza para hablar un rato y fumarse un pitillo de mientras. Pero sobre todo buscar a una persona con la que el camino a casa sea entretenido, los paseos en coche o en bici.

Porque la vida al fin y al cabo, es eso: un paseo. Al menos que caminar con alguien sea divertido.

Para la que queda conmigo en la Plaza Zorrilla a las nueve de la noche. Ya sea lloviendo, con frío o en pleno verano. Eres de las escasas compañías que me apetecen cada día.

sábado, 15 de junio de 2013

Y lo sabía.

Muchas veces se quedaba quieta mirando a un punto fijo sin apenas pestañear y no se percataba de todo lo que ocurría a su alrededor, o si le hablaban ni escuchaba. Podía ser por cansancio y sueño, pero también por la presencia inesperada de hechos y palabras que la descolocaban.

Cuando eso ocurría, le albergaba una sensación de frío y un nudo en el pecho. En su mente retumbaba su conciencia, la lógica que en ese momento intentaba hacerla entrar en razón. Pero ella estaba quieta, mirando al infinito y sin querer hace caso al resto del mundo. Se preguntaba una y mil veces cómo había llegado a ésto, en qué cabeza cabría aguantar el mal trago que siempre acompañaba a los buenos momentos.

"Porque siempre acaba habiendo algo bueno" pensaba. No necesitaba un chaleco salvavidas, porque él no la estaba rescatando de nada. Soportaba esa situación porque sabía que podía controlarla, como no pudo hacer con otras anteriores. Se estaba exponiendo poco a poco cuando se prometió no hacerlo más, porque siempre había pecado de confiada y a quien han hecho daño, teme que se lo vuelvan a hacer.

Había escogido a alguien poco apropiado, por no decir nulo, para desahogarse esta vez ante un hecho que la sobrepasaba. Y lo sabía. Su comprensión y apoyo brillaban por su ausencia. Era consciente de lo que podía esperar por mucho que la hubiera dicho que contase con él y se resumía en buenos ratos e intentar dar esquinazo a los problemas el tiempo que pasaba a su lado.

Él no buscaba más.
Ella había encontrado algo de paz con él.
Pero aunque para ella era insuficiente y esperaba algo más sabiendo que él no se lo iba a conceder, volvió a prometerse actuar como lo hacía él y esta vez lo cumpliría. No habría más confidencias, simplemente buenos momentos y silencio ante los problemas.



viernes, 7 de junio de 2013

A esa persona.

He conocido a una persona más por sus silencios y actos inconscientes que por sus palabras y hechos. A entenderla sin que ella se explique; sin dejarse ver por dentro y creo que no quiere que lo vean otros.

Es una persona que muestra su debilidad en su coraza y en sus ganas de evadirse y no pensar. Esa armadura de hierro que siempre lleva por debajo de la piel me hace dudar, pensar que para mi mantendrá la distancia, que sus temas de conversación seguirán siendo tan intrascendentes como las palabras que cruzas con un vecino en el ascensor, que su comportamiento seguirá siendo algo frío e indiferente y que las horas están contadas con ella. No sé a que sigo esperando.

Aunque no la conozco desde hace mucho tiempo, me parece que no es ni la sombra de lo que fue, que arrastra su historia desde hace demasiado y continuamente busca el olvido de esos recuerdos que lleva atados a los huesos o intentar revivir todo aquello con otros ojos y otra sonrisa.

Por un lado, siento alegría al pensar que todavía queda gente que ama sin límites y por el contrario, siento tristeza por todo lo que guarda y que se pueda identificar con las canciones de Andrés Suárez, como si su vida fuera un eterno domingo de lluvia.

A esa persona. 
No sé cómo te pudo hacer tanto daño. Y menos que lo consintieras.




Y que yo consienta contigo esta situación.