sábado, 15 de junio de 2013

Y lo sabía.

Muchas veces se quedaba quieta mirando a un punto fijo sin apenas pestañear y no se percataba de todo lo que ocurría a su alrededor, o si le hablaban ni escuchaba. Podía ser por cansancio y sueño, pero también por la presencia inesperada de hechos y palabras que la descolocaban.

Cuando eso ocurría, le albergaba una sensación de frío y un nudo en el pecho. En su mente retumbaba su conciencia, la lógica que en ese momento intentaba hacerla entrar en razón. Pero ella estaba quieta, mirando al infinito y sin querer hace caso al resto del mundo. Se preguntaba una y mil veces cómo había llegado a ésto, en qué cabeza cabría aguantar el mal trago que siempre acompañaba a los buenos momentos.

"Porque siempre acaba habiendo algo bueno" pensaba. No necesitaba un chaleco salvavidas, porque él no la estaba rescatando de nada. Soportaba esa situación porque sabía que podía controlarla, como no pudo hacer con otras anteriores. Se estaba exponiendo poco a poco cuando se prometió no hacerlo más, porque siempre había pecado de confiada y a quien han hecho daño, teme que se lo vuelvan a hacer.

Había escogido a alguien poco apropiado, por no decir nulo, para desahogarse esta vez ante un hecho que la sobrepasaba. Y lo sabía. Su comprensión y apoyo brillaban por su ausencia. Era consciente de lo que podía esperar por mucho que la hubiera dicho que contase con él y se resumía en buenos ratos e intentar dar esquinazo a los problemas el tiempo que pasaba a su lado.

Él no buscaba más.
Ella había encontrado algo de paz con él.
Pero aunque para ella era insuficiente y esperaba algo más sabiendo que él no se lo iba a conceder, volvió a prometerse actuar como lo hacía él y esta vez lo cumpliría. No habría más confidencias, simplemente buenos momentos y silencio ante los problemas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario