viernes, 28 de diciembre de 2012

Pretérito imperfecto.

Tal vez la frase "vivir deprisa" no sea del todo cierta y cada momento necesita su tiempo, tanto para ser vivido como para saber que una vez pasado simplemente será un recuerdo guardado en lo más profundo de la mente, dejando espacio a cosas nuevas.
Porque el pasado puede parecer simplemente eso. Pero tal vez su repercusión involucra a más personas que no estuvieron en ese momento, personas que no deberían estar relacionadas, ser dañadas o sólamente no darse por aludidas.

Sólo cabe preguntarme qué camino de los dos; si será el acto egoísta de tomar un tiempo para uno mismo o por el contrario, la negación de la evidencia y que el carácter automático de las palabras y actos actuales permanezca atando al pretérito imperfecto sin dejarle ser perfecto.

Y ahora te pregunto a ti: ¿y la otra persona qué se merece?, ¿detenerse para asegurarle que nunca más se recordará o seguir sin olvidar?.

Para el que supo detenerse a tiempo a pensar sus pasos y dirigir los próximos. Para el mismo que ve el error en otra persona y espera que se dé cuenta por sí misma.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Lobos.

Al igual que la rabia que se siente al entender que has caído sin darte cuenta y que tu mismo has marcado el destino que nunca quisiste enlazar contigo.
De donde estabas a donde estás ahora. Qué lejos. Y por intentar evitar lo malo, te acercaste a lo peor y tocaste el verdadero infierno. Porque la promesa jamás cumplida duele más que nada. Te arrastraron con palabras vacías pero hipnóticas y cautivadoras, el autoengaño más persistente y a la venda continua en los ojos.
Al menos antes sabías que la realidad era la que había, sin disfraces ni trucos. Y que, tras las acciones externas, no se encubría nada más que aquello que se veía.
Porque siempre se cumple, y es que aquél que va de bueno, resulta ser el más malo de todos. Y el que tiene buenas palabras, sabe manejarlas a su antojo.
Al que se disfrazó de oveja.

martes, 11 de diciembre de 2012

Silencios desconcertantes.

Quisiera saber qué piensas cada una de las tantas veces que te has quedado callado a mi lado. Ya de por sí es difícil explicar nuestros propios actos y sentimientos como para querer ahondar en el pensamiento de otro ser humano. Y aún y así lo intentamos.

Somos dañinos para nosotros mismos. Nos castigamos como si otras personas no nos tormentasen lo suficiente como para intentar descubrir qué quieren decir en cada mirada o en cada gesto. Siempre sin decir nada... Y ahora, ¿qué hacer? No me basta con intentar saberlo todo por mi cuenta, necesito que me expliques.

Para el que no habla y espera ser entendido.