viernes, 21 de marzo de 2014

Estar ahí.

A riesgo de parecer ególatra, hay personas que conozco como la palma de mi mano. Que sé sus puntos fuertes y sus talones de Aquiles. Sus gestos, sus miradas y lo que están pensando sin que lo lleguen a decir. Por eso, y sobre todo, por todo el cariño que las tengo, tengo la necesidad de adelantarme a sus caprichos, a evitarles el golpe y si hace falta, a ser su escudo ante el resto del mundo. Porque aquellas personas que me han demostrado su cariño y apoyo, yo exhibo ante ellas y ante el resto de la gente todo lo que las quiero, porque se lo merecen, porque quiero que todos sepan que apuesto por ellas una y mil veces más.

Para ser amigo mío, se necesitan años, paciencia y, como dice uno de ellos, un gran sentido de la nobleza y la lealtad, aunque suene muy antiguo, pero es cierto. Estar a las duras y a las maduras, defenderles aunque sepas que la batalla está perdida desde el comienzo y no separarte de ellas, y no me refiero a la distancia física. Estar ahí; esas dos simples palabras ya dicen mucho.

Y por eso y más, no llevar la cuenta de los cafés y copas a los que ha invitado cada uno, sacar tiempo para ellas de debajo de las piedras si hace falta y pedir perdón por cosas que pueden parecer tonterías, pero entre casi hermanos, hieren como cuchillos.

Por ellos, los que se cuentan con los dedos de las manos, los que demuestran que la familia sí se puede elegir y los que demuestran que cuenta más la calidad en vez de la cantidad, que es lo más importante.

Y sobre todo, al que lee mi blog y me ha animado a dejar a un lado el tono de mis anteriores escritos. ¿Ves?, hay temas que cambian por completo mi estado de ánimo. Y piensa que en parte es gracias a ti.