miércoles, 10 de diciembre de 2014

El tiempo.

Esto no se para.

Esto nos separa.


A veces el tiempo no solo cura las heridas, también es un motivo de peso a tener en cuenta de cara al futuro. No esperemos que sea ilimitado, porque es la gran mentira en la que todos caemos. Y yo no estoy dispuesta. No digo "siempre" o "nunca" porque no se cumplen, al igual que tengo muy presente que todo tiene su fecha de caducidad. Su término, su plazo. Todo tiene su dies a quo y su dies ad quem. Absolutamente todo. Y nadie ni nada es una excepción.

Y por ello las ilusiones, las tristezas, las alegrías, las penas, las decepciones y todas las sensaciones y sentimientos son relativos en cuanto hay un tiempo que las delimita. Más largo o más corto, que nos ayuda a olvidar, tanto para bien como para mal.

Y sólo aquél que tiene bien claro el grado por el cual está sometido al tiempo, será verdaderamente consciente de lo importante que es darle tiempo al tiempo y a su vez que cada cosa (y también cada persona) requiere (y tiene) su tiempo. 



Le invadió la idea de lo limitado que iba a ser el tiempo y la idea de intentarlo desapareció. Y no volvió a planteárselo.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Lumbersexuales, hipsters y otras grandes fotocopiadoras.

Temo el día que se publique un artículo sobre la moral, la ética, la formas de pensar y actuar de los lumbersexuales. LO TEMO. A más no poder. Y que escriban lo mismo para hipsters todas esas páginas web que son la "Super Pop" con diseño minimalista y fotos en blanco y negro (que yo soy la primera que las leo como medio de entretenimiento, y hay que reconocerlas que a veces llevan la razón)

Temo que digan cómo pensar y actuar a una juventud dirigida por el marketing y a su vez alabada como una especie de Dios que cada vez se hace más omnipresente. Ya no solo en la forma de vestir o en la música, que bastante sufrimiento le ha costado a los padres de todos estos chicos hacerse a la idea de pagar doscientos euros por un vaquero que parece sacado de un contenedor de basura, cuando al menos antes se gastaban el mismo dinero en unos pantalones de Ralph Lauren e iban arreglados por la calle.

Me refiero al temible momento en que hablen de cómo ser y cómo comportarse. Porque las palabras "inconformista" y "mainstream" sin un buen desarrollo los deja como en una habitación a oscuras esperando que alguien les encienda la luz. Y así nos ha ido y así nos irá si la moda se mete, no solo en el fondo de armario, sino también en la literatura, en las ideas políticas que ya empiezan a germinar y peor aun, en las mentes.

Yo no voy a escribir qué deberían seguir, ni decirles la frase "sigue tu conciencia" porque pienso que ya bastante alienada está o definitivamente es inexistente. Yo les digo, y les diría, si pudiera dirigirme a ellos desde un medio de difusión más mediático, que no sean subnormales. Tal cual. Que formulen sus opiniones leyendo toda la prensa posible, tanto de izquierdas como de derechas. Porque todos sabemos que en los medios de comunicación la objetividad brilla por su ausencia. 

Que si de verdad quieren ser inconformistas, que empiecen por buscar su significado en el diccionario. Que no confundan ser libres con el libertinaje, independientes con el egoísmo, intentar ser concienciados y caer en la demagogia y la hipocresía. Porque ya sobra de tanto moderno escéptico relativista y a la vez de tanto conservador que cree tener la verdad categórica de todas las cosas. Ambos son los dos polos opuestos y a la vez los dos sectores más radicales que nos podamos llegar a encontrar. 

Que si quieren huir de lo considerado "mainstream" que de verdad huyan de estas fotocopiadoras que se han convertido los términos "hipster" y "lumbersexual" que tanto daño nos están haciendo. Porque soy la primera que pienso que no hay que etiquetar a las personas, pero tampoco se puede ir por la vida sin definir objetivamente situaciones y caracteres. Dejemos la paleta de los grises a las mentes, no en su sentido peyorativo, sino en un modo de catalogar las conciencias como mosaicos de pensamientos distintos entre sí. Porque en el fondo, quien no ha pensado de sí mismo que es incoherente en algunas ocasiones, es que no se ha parado a pensar ni un solo momento en su comportamiento y en sus ideas. Y mucho menos en que está siguiendo a un rebaño de ovejas sin darse cuenta.

Que si de verdad uno quiere ser uno mismo, que no tema las opiniones y las críticas de los demás. Que ni las haga caso. Porque de gente que se cree con derecho a juzgar y cotillear vidas ajenas, está en cementerio lleno. 

domingo, 30 de noviembre de 2014

Caso cerrado.

Ahora, después de tanto tiempo, vas y me recuerdas que nunca coges el billete de ida sin el de vuelta. Porque siempre vuelves en tu estado semiausente. Ahora vas y me señalas aquellas pequeñas curiosidades tuyas que se te olvidaron comentar al principio. Lo haces ahora porque sabes lo que te conviene en todo momento, como buen egoísta que disfraza su comportamiento bajo la capa del independentismo que quieres vender a la gente.

Ahora voy yo y te suelto todo lo que debería haberte hecho y no te hice, lo que debería haberte dicho y no pronuncié. Y todas las veces que no te puse en tu sitio a tiempo y te subiste a mi espalda. Toda la omisión de actos contigo, la culpa por dejarme arrastrar, reprocharme mil veces no haber dado un golpe seco y fuerte en la mesa a tiempo. Nadie debería echarse en cara lo que faltaba. Pero a veces es el mejor remedio para no pasar las noches en vela. Porque cerrar la puerta esta bien si a la vez también echas la llave y no dejas que vuelva a entrar. Y porque en ese sentido, no conozco dejar las cosas templadas. O noto el frío de la indiferencia o espero a que el calor de la ira me abandone.

Y por fin me siento en paz.

De mi para los finales.
Basado en casos por fin cerrados.

sábado, 15 de noviembre de 2014

El orgullo.

Si me arrepiento de algo, es de haber perdido algo tras haber luchado por conservar otra cosa. Lo que se llama un intercambio. Pero fueron siempre prisioneros de guerra que me pertenecen. Porque tu no perdiste nada porque no arriesgaste nada. O eso creo.

Se echa de menos la sonrisa natural, la alegría desde primera hora de la mañana. Qué tiempos. Cunado mostrabas aquello de lo que te sentías orgulloso sin el temor de que alguien te lo quitase. Cuando nos creíamos invencibles, que estábamos por encima del resto del mundo. 

Otra vez escribo a un destinatario que sé que no va a leerme. Del que me acuerdo cuando la melancolía inunda todo a su paso y puedo ver su silueta en cada rincón. Al menos ya no se me entornan los ojos porque ya los recuerdos no me visitan. Simplemente te veo en el lugar donde esté. Porque compartimos muchos espacios en tan poco tiempo que a veces me parece que el tiempo que pasó tan rápido, en realidad duraba siglos.

Recuperé mi amor propio, mi orgullo, mi ilusión y a cambio perdí la sonrisa, la alegría y mi risa contagiosa. Los que me conocen saben que no sonrío ni me río como antes. Porque fuiste ese punto de inflexión, el "antes de" y "después de". 

Ahora que lo pienso en frío, te hubiese cedido mi orgullo que, al fin y al cabo, es una mala hierba que nunca muere. No hubiese perdido nada que no acabaría de abandonarme.

Ahora, me veo otra vez en un punto en el que ya estuve, y mis ojos y mis oídos me reconducen al pasado. Y pienso que también te quedaste con mi orgullo, porque no sé cómo no te di la bofetada que te merecías.

Dicen que segundas partes nunca fueron buenas. Pero al menos esta vez alguien se ha preocupado por mi, aunque me hubiese gustado que hubiera sido un poco como tu. Porque sabes que la compasión me espanta o me vuelve vulnerable. Y eso para mi orgullo es veneno.


De mi para el destinatario que nunca lee mis cartas.
Basado en hechos que se repiten. Porque a veces la vida concede segundas oportunidades para reconducir la historia.

lunes, 13 de octubre de 2014

Por favor, no molesten.

El pasado, si quiere, acaba volviendo. Os lo digo yo que tengo demasiada experiencia con este tema. Detrás de aquella puerta que cerramos con llave hay alguien dando golpes constantes esperando a que le abramos y a su vez, con la intención de entrar. Porque no se va a quedar apoyado en el marco de la puerta solamente para saludar y preguntar qué tal nos va. Si vuelve, es que quiere algo.

Y ahí está la eterna pregunta. ¿Abro la puerta?

Cerré a veces con rabia, dando un portazo en las narices de los que hacen temblar la madera. Otras con mucho esfuerzo, evitando que cruzasen el umbral, poniendo toda clase de excusas de por medio para que no volviera a abrirse.

Y vuelven a llamar a la puerta. Y te ves en el dilema de abrir o no. Y yo, como persona sin remedio que soy, abro. Si es que no aprendo.
Debería dejar de ser tan cortés y educada. Fingir que no hay nadie en casa. Apagar las luces para que no se note que dentro vive alguien todavía. Que se han equivocado de portal, de número y de escalera.

Aquí ya no vive nadie.

Tenía argumentos de peso para cerrar. Demasiados y no sé dónde los he metido. No me acuerdo de dónde estaban. Venga, recuerda dónde los dejaste. Vamos, vamos. Corre, date prisa.
Te voy a abrir y espero que, con tan solo verte, me acuerde de todos y cada uno de ellos. De todos esos fallos, errores, problemas, lágrimas, gritos y discusiones. Recuérdame por qué nos hicimos daño. O por qué me lo sigo haciendo a mi misma.

Será que en el fondo soy algo sadomasoquista. Que si no duele, no me ha calado por entera. Que me gustan los imposibles o creer que existen las segundas oportunidades porque existe la posibilidad de enmendar y cambiar. Que creo en el buen hacer de las personas.

Yo sí que no he cambiado. Nada, absolutamente nada. Me siguen haciendo daño las mismas cosas. Me siguen emocionando los mismos detalles. Y sigo teniendo esos puntos débiles que nunca he corregido. Sigo con las mismas manías y gustos de siempre. Y en este momento multiplicado por dos. Porque la ausencia que deja al que se le cerró la puerta se llena con mi forma de ser más radical e intensa. Sigo siendo yo, pero entera. No sé si me explico. Me he convertido en mi mitad sin quererlo. Ya no busco la dependencia, sino el complemento que me aporte alegría, complicidad e ilusión. No estoy mal sola, pero sigo siendo una persona que prefiere la compañía. Que no ha perdido en ningún momento las ganas de estar con alguien, simplemente no aparece y yo tampoco hago méritos por buscarla. Me valoro mucho más. No quiero a la primera persona que me demuestre un poco de cariño. Quiero el todo. Porque yo me conozco y lo que me demuestran, intento devolverlo doblemente. No quiero un juego de balanzas esperando equilibrarse.

Y sé que todo lo que quiero no está en el pasado, porque si se cerró la puerta, es que había motivos para hacerlo. Y aunque a veces mire hacia atrás, nada ha cambiado y sigue siendo más de lo mismo que fue. Nada ha cambiado. Las personas no cambian. Es un hecho constatable.

La meta está al final del camino que todavía sigo recorriendo. Detrás solo hay huellas.

Te vuelvo a cerrar la puerta, poniendo un letrero como en los hoteles: "Por favor, no molesten."



De mi para el pasado.
Basado en hechos que se repiten una y otra vez siguiendo el mismo patrón.


domingo, 12 de octubre de 2014

El "para siempre".

No me gusta usar la frase "para siempre" porque el infinito es relativo. En cualquier momento el fin puede llegar y esa eternidad prometida se disuelve tan rápido que no deja ni rastro de lo que fue.
No existirá un "para siempre" porque no hay nada en esta vida que dure permanentemente tal y como es. Cambia de esencia, de forma, de lugar. Avanza, da un paso hacia adelante o vuelve a la línea de salida. 
Las relaciones personales son un ejemplo. En este momento, ¿quién puede garantizar que estará hasta la muerte al lado de otra persona? Y no me refiero al matrimonio, eso es un caso aparte.

Me refiero a la amistad.

Y no una amistad de bar, de esas que podrían titularse "hasta que las copas nos separen". No. 

Me refiero a la verdadera amistad. Esas escasas personas que forman la pequeña familia que uno ha elegido y se pueden contar con los dedos de las manos. Porque por mucho que nos empeñemos, las listas de amistades de las redes sociales las llenaremos de simples conocidos que nos hemos ido encontrando por el camino; pero los estados del muro, las fotos, los vídeos y las menciones siempre serán para unos pocos con los que vamos paseando por caminos paralelos al nuestro. Más distanciados o menos, eso no es lo importante. 

Esas verdaderas amistades serán nuestros compañeros, nuestros verdaderos confidentes, nuestros baúles de recuerdos que abrimos tomando un café y recordando anécdotas y momentos. Nuestros apoyo y, sin merecérselo, nuestros sacos de boxeo, con los que descargamos toda la rabia, impotencia y sufrimiento que llevamos a veces dentro. 

Por eso, hay que saber elegir bien a quién queremos cerca de nosotros. Porque el "para siempre" puede que no exista, pero sí la seguridad que da saber que hay quienes te acompañan día a día.

De mi para los verdaderos amigos.
Basado en hechos que invitan a considerar que el "para siempre" puede existir.



(No es de mis mejores post, pero el día de hoy merecía un espacio.)

domingo, 24 de agosto de 2014

Tarifa. El Mallorca II.

Pongámonos a hablar sobre lo que cada uno necesita y acabemos coincididiendo en lo mismo. Quiero un sitio tranquilo. Levantarme e ir de la cama a la playa. De la playa a comer y después dormir dos horas más. Vamos otra vez a la playa y después al chiringuito que nos han recomendado. Cerremoslo dejando la mesa llena de cervezas vacías, nada de copas. El mismo sofá todas las noches y no necesitamos ir a otro bar. Conversaciones acompañadas de cerveza, cerveza y más cerveza. Un baño rapidito en el mar y a dormir. Y así hasta que por fin estemos satisfechos, que no hartos.

Hasta que hayamos cargado bien las pilas y no bebernos hasta el agua de los floreros. Unas minivacaciones como si fuéramos viejecitos. Pero oye, nunca he vuelto tan relajada, tan descansada y feliz. Ah, y con recuerdos de todos los días, sin lagunas vamos. Un gustazo eso de no machacar el cuerpo día si y día también. Eso quiero. Eso queremos. Y tan bien nos ha sentado.

Porque va a ser verdad que las mejores vacaciones son los planes improvisados sobre la marcha. Sin pregonarlo a los cuatro vientos que se acaba fastidiando. Sin ilusión ni expectativas, que te vaya sorprendiendo poco a poco el lugar y disfrutar cada instante. Los planes que se hacen con gente con los mismos gustos y carácter. Los que se hacen con toda la confianza depositada en el otro. Las personas que te conocen como si te hubieran parido.

Y lo más importante: "Al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver".

Siempre nos quedará París.

lunes, 18 de agosto de 2014

Kafkianos.

Kafka ni quiso cambiar ni pidió ayuda y llegó a afirmar que a las personas "hay que tomarlas como son o dejarlas como son, porque es imposible modificarlas y a lo sumo se les puede molestar en su modo de ser, eso es todo". Y yo pienso lo mismo.

Creo que una persona no cambia porque lo quiera otra, sino que será una decisión propia. Creo en el libre albedrío humano, en los seres determinados por su carácter desde su nacimiento y no por su educación ni por las circunstancias que le rodean lo que les condicione a tomar las decisiones que crean correctas. Y cada uno es como es. Y eso no se puede cambiar, ni se puede influir, ni se puede alienar una mente. Porque sería contaminarla, perjudiciarla, molestarla.

Creo que la raza humana no ha aprendido quererse y sobre todo, a valorar a las personas tal y como son por ellos mismos. Tal y como son. Y a valorar y crear su propia opinión. De todo y de todos. De personas y de cosas. Y a evolucionar y a avanzar con la experiencia. Y a saber esperar a que el tiempo nos demuestre la verdadera cara de lo que nos rodea. Y a saber encauzar un verdadero juicio de valores en frío, aunque ya hayamos pasado por la combustión.

Seamos kafkianos. Sepamos valorar por nosotros mismos.

miércoles, 2 de julio de 2014

Hay que ser.

Ayer por la noche encontré respuestas a preguntas que nunca me hice. Hay veces que se necesita tensión, que tiren de tus cuatro extremidades para saber de verdad que hay dentro de cada uno. Y eso ha funcionado conmigo. He comprendido que mi escudo sólo me protege de arañazos, pero no de las graves heridas. He aprendido que hay cicatrices, si, pero también hay posos. Hay cosas que parece que no afectan, pero poco a poco van penetrando dentro de uno y hacen un cúmulo dentro de un gran tanque que no se vacía y sigue llenándose. Que por mucho que queramos que algo no nos duela, que por mucho que pongamos barreras a nuestro alrededor, que por más que nos esforcemos en alcanzar la tranquilidad, es imposible si nos llueven los problemas del cielo y no los solucionamos de la mejor manera posible. Porque poner la tirita alivia, pero no cura.

Hemos llegado al punto de saber dar prioridad a las personas y a las cosas, a ser egoístas en la medida en la que nos afecta lo que ocurre cerca de nosotros. Pero, ¿qué hacer cuando te has dejado llevar más allá de tus propios límites? Cuando ves que poco a poco pierdes tu humanidad sin quererlo. Porque una cosa es la armadura que nosotros nos queremos poner y la otra con la que nuestro subconsciente nos viste. Será que ella se dio cuenta antes que yo misma de todo aquello que me podía hacer daño y se excedió. Toma forma de pensamiento vivo, activo, y nos cambia por completo. Y cuando nos damos cuenta no sabemos si es tarde o estamos a tiempo de retroceder.

Hay que ser muy fuerte en esta vida para no venirse abajo.
Hay que ser débil para saber dónde te duele más.
Hay que rodearse de gente que va a levantarte una y mil veces más.
Hay que pelear, y aunque no se alcance la victoria, arriesgarse es un gran paso.

Basado en la lucha entre el subconsciente y la conciencia.



jueves, 26 de junio de 2014

Las más altas torres.

Entiendo perfectamente a los alcohólicos. ¿Quién no se daría a la bebida con tanto loco suelto?. Cada uno tiene bastante de por sí con su vida como para preocuparte por la de los demás. En serio. Y cada vez estoy más segura que las más altas torres, los grandes muros y las mejores fortalezas caen y se derrumban por por el ataque constante de guerreros que intentan perturbar la vida que impera dentro de esos grandes bloques. Porque un soldado poco daño va a hacer, pero un ejército destruye. Cortan las vías de abasto, pero sobre todo las de comunicación. Y no de un plumazo, sino como el agua que poco a poco erosiona la roca. Poco a poco. Una auténtica guerra de desgaste.

Al igual pasa con las personas. ¿Qué ser de este planeta no sucumbiría al poder de la presión externa?. Hay que ser muy fuerte y saber contener la defensa. Que no caiga, que no explote, que no ceda ni un sólo paso.

De mi para las más grandes torres.
Basado en hechos devastadores.




miércoles, 25 de junio de 2014

Homo homini lupus.

Nadie se puede permitir ir por esta vida a medio gas. Ante todo y bajo ninguna circunstancia. ¿Quién se puede detener en este mundo en el que vamos a doscientos por hora?. Te arrollan, te pisan y no puedes dejar ni un solo segundo de moverte. Bailar el vals frenético y acompasado que es la vida hasta que el cuerpo lo permita, porque es quien lleva nuestros pasos, aunque pensemos que es la mente.

Y al igual que no podemos estar quietos, tampoco podemos mostrar nuestras debilidades en un planeta desbordado de caníbales y carroñeros. Ya lo dijo Plauto y no Hobbes, "homo homini lupus"; el hombre es un lobo para el hombre.

Creo que en esta vida no nos podemos plantear la posibilidad de ser humanos, sino hombres y mujeres. Dispuestos a todo, a comernos el mundo, en la búsqueda constante de nuestro interés y no de la felicidad.

Y es una pena que nos eduquen para seguir a la manada.

lunes, 23 de junio de 2014

El que no se consuela es porque no quiere.

Ya no se sonríe porque sí. Ahora debe haber siempre un motivo. Una razón, un momento, una persona. Algo que te anime a sonreír. Porque sino vas dado. Siempre habrá alguien que te recuerde algo malo. Algo o muchas cosas. Porque parece que estar enfadado es la clave para triunfar. Que tus motivos para gruñir sean mejores que los del resto y tengan la necesidad de consolarte. Y así todo el mundo. "El que no se consuela es porque no quiere". Y yo me niego. Porque somos la generación apesadumbrada. A la que le llueven los problemas del cielo y esperamos calarnos enteros, de pies a cabeza. Que no falten los problemas, los agobios, las dudas, la culpa. Que en nuestro interior siempre haya algo malo que nos justifique el mal humor. Y no.

Y aquí es donde juega un papel muy importante mi cámara de fotos. Diréis que es una tontería, pero nunca pensé que una máquina me aliviaría más que un ser humano.
Tengo cámara desde pequeña, las guardo todas con mucho cariño y de vez en cuando me gusta salir a fotografiar mi alrededor. 

Una vez le preguntaron a Lewis Hain, un fotógrafo de guerra, por qué había elegido esa profesión. Él contestó que si pudiese contar con palabras todo lo que veía, no necesitaría cargar todo el día con una cámara de fotos, que ciertos momentos de belleza, de desolación, de amor, y de egoísmo, estaban más allá de las palabras. Yo también lo creo, hay cosas que no podemos explicar con simples palabras. Cosas como seguir vivos, sentimientos como el amor y el compromiso, sensaciones como el volver a abrazar a un familiar, un amigo…

Quizás por eso nuestra vida se compone de imágenes, momentos congelados en el tiempo para siempre, y no la angustia interna. 


Quizás ese poder plasmar en fotografía un sentimiento me llena más que poder contarlo y sentirme mejor. 

Quizás ese momento en el que te das cuenta de que estás captando un segundo para siempre te hace sentir único en este planeta. Y notas como si fueras tu propia válvula de escape, y aprendes a consolarte tu mismo.



Creo que el ser humano todavía no se ha dado cuenta de todo lo bueno que puede darse a sí mismo y sólo conoce lo malo. 


Os recomiendo ver esta charla. Yo estuve en directo y de verdad que dice cosas muy sensatas.

https://www.youtube.com/watch?v=qQ5mP2dzJi4

miércoles, 18 de junio de 2014

"Segundas partes nunca fueron buenas".

"Segundas partes nunca fueron buenas". Y yo aprendí a la decimonovena. Lo bueno de ir cuesta abajo y sin frenos detrás de una persona y al final dártela contra un gran muro, es que no caes a un eterno precipicio. Tienes dos posibilidades: o aferrarte al muro o dar la vuelta.

Yo regresé. Pero para volvérmela a dar. No tenía remedio entonces. Me creía la abanderada de las causas perdidas. Y ahora pienso lo distinto que hubiera sido todo si hubiera tenido alguien que hubiese pasado lo mismo que yo. Todo habría sido distinto. Creo que hubiese pensado antes de actuar, creo que hubiera considerado mis opciones, creo que no hubiera pensado que podría traspasar muros.

Pensándolo en frío, habría comparado la situación con una función. Cuando se cierra el telón no te quedas en la butaca. Te levantas y te vas. Ya has visto todo lo que ofrecía el espectáculo y no sacas otra entrada para la siguiente actuación porque sabes que va a volver a ser lo mismo.
Y también pienso el porqué. ¿Por qué quise volver a intentarlo?

Tengo dos tipos de miedo que lo justifican.

El primero es el temor a estar solos. Confundimos soledad con estar solo. Y no. Nadie se aferra a un clavo ardiendo por el gusto de quemarse, sino porque tiene algo donde agarrarse, aunque duela. Esa sensación de vacío que se queda dentro tras la marcha de esa persona deja un frío que intentas aliviar como sea. Buscando otras personas que intenten llenarlo, rodearte en todo momento de gente, cualquier cosa menos estar encerrado entre las cuatro paredes que suponen el recuerdo de lo que era estar a su lado. Eso es la soledad. Mientras que estar solo es aprender a vivir contigo mismo, saber quererte a ti por encima de todo, aunque suene egoísta. Nadie te va a querer más que tu mismo. Y se acaba aprendiendo con el tiempo.

El otro miedo es el mismo que siente un niño pequeño ante la oscuridad. Miedo a lo desconocido, a lo que puede pasar. Si al niño no le hubieran contado historias de miedo, viviría feliz pensando que la noche es igual que el día pero sin Sol. Y aunque parezca instintivo temer a lo que no se conoce, en realidad todos aprendemos a base de experiencias. Uno pone la mano en el fuego sin saber que se va a quemar. Siento poner de ejemplo tanto el fuego, pero es como uno se siente tras la marcha de esa persona tan importante que ha pasado por tu vida: has entrado en combustión y sigues ardiendo. Lo mismo ocurre cuando no se sabe qué pasará. Y puedes comparar la situación con todo lo que hayas vivido antes y recordarás que una vez también estuviste a oscuras hasta que alguien dio la luz. Y ahora no sabes si volverán a hacer lo mismo o simplemente será un destello y volverás a quedarte a oscuras. Y echas de menos a la persona que dio al interruptor. Y piensas que nadie más volverá a hacer lo mismo. Y ese es el peor miedo de los dos, no creer que vuelvas a encontrar alguien igual, aunque te haya dejado a oscuras.

Y ahora aprendes a superar tus miedos y no a vivir con ellos. Vuelves a sentirte bien, como si nada hubiera pasado pero con la información necesaria y tras haber pasado lo peor no volverá a doler igual, será más pequeña la herida o no te dejarán ni marca. Pero sobre todo te planteas volver a abrirte a alguien con la misma ilusión, ganas y fuerza.

martes, 17 de junio de 2014

Era perfecto.

Una cosa buena que he aprendido del tiempo es que, además de curar heridas, te hace comprender que los malos momentos se acaban olvidando y sólo quedan los buenos.

No te odio, ni te tengo asco, ni te maldigo, ni me digo a mi misma el falso consuelo que supone pensar que el que has salido perdido has sido tu, ni espero que vuelvas, ni rezo para que te des cuenta del error, ni espero que te vayan mal las cosas. Al contrario. Guardo un buen recuerdo de ti, sin rabia ni rencor.

Hoy me han hablado de dormir bien y no saben lo que era dormir contigo. Me he acordado de lo sencillo que era dormir a tu lado. De la perfecta combinación que hacíamos dormidos. Podía estar toda la noche quieta sin tener que moverme por el calor o buscando el edredón, ni buscando una y mil veces la postura para sentirme cómoda. Era sencillo. Era perfecto. Dejaba caer mi cuerpo junto al tuyo y podía dormir doce horas seguidas así. Tu a mi lado, tu brazo en mi nuca haciendo de almohada y el otro abrazándome, sin llegar a ser un peso muerto que no me dejase respirar ni una soga por la que sentirse prisionera. Era perfecto, al igual que tu respiración acompasada, silenciosa, y la temperatura de tu cuerpo. Me guarecía en ti, necesitaba tener mi espalda pegada a tu pecho y notaba tu corazón latir pausadamente. No me dabas calor, ni sentía frío. Era perfecto. Nos gustaba dormir sin luz que nos pudiera molestar, sin ningún ruido de fondo y nunca me soltabas.

Ahora echo de menos esas noches. Ahora temo no encontrar a una persona con la que sea capaz de sentirme así. Sabes que soy muy mía para algunas cosas y esta es una de ellas. Dudo si otra persona que no seas tu podrá volver a hacerme sentir así de cómoda entre sus brazos. Creo que va a ser complicado encontrarla.



viernes, 13 de junio de 2014

Perdóneme señor Coelho, pero yo no estoy de acuerdo.

Dicen que a lo largo de nuestra vida tenemos dos grandes amores; uno con el que te casas o vives para siempre, puede que el padre o la madre de tus hijos, esa persona con la que consigues la compenetración máxima para estar el resto de tu vida junto a ella.

Y dicen que hay un segundo gran amor, una persona que perderéis siempre. Alguien con quien naciste conectado, tan conectado que las fuerzas de la química escapan a la razón y os impedirán, siempre, alcanzar un final feliz. Hasta que cierto día dejaréis de intentarlo… Os rendiréis y buscaréis a esa otra persona que acabaréis encontrando.

Pero os aseguro que no pasaréis una sola noche, sin necesitar otro beso suyo, o tan siquiera discutir una vez más… Todos sabéis de qué estoy hablando, porque mientras estabais leyendo esto, os ha venido su nombre a la cabeza.

Os libraréis de él o de ella, dejaréis de sufrir, conseguiréis encontrar la paz (le sustituiréis por la calma), pero os aseguro que no pasará un día en que deseéis que estuviera aquí para perturbaros. Porque, a veces, se desprende más energía discutiendo con alguien a quien amas, que haciendo el amor con alguien a quien aprecias.

- Paulo Coelho.



Perdóneme señor Coelho, pero yo no estoy de acuerdo. 

No creo que la química influya en un tema que competencia exclusiva del corazón. Me niego a pensar que ese "segundo gran amor" deba hacértelo pasar mal, quiera sufrir por él y menos aún que yo desee que esté aquí para perturbarme. Lo siento, pero no. Porque si debemos tratar el amor como una serie de actos sadomasoquistas, yo me niego a tener que buscar en el dolor mi felicidad. 

Yo pienso que ese segundo gran amor del que habla, en realidad es el primer gran amor, esa primera persona que logra calarte de pies a cabeza, la primera persona que de verdad sientes amor, por la que luchas hasta que no tienes fuerzas, por la que dejas de ser un ser egoísta y ves que eres capaz de buscar siempre el bien y el beneficio de ambos. Pero cuando ese primer gran amor se acaba, es lógico, normal y completamente comprensible que te duela, que la eches de menos y quieras retroceder en el tiempo y volver a besarla o también a discutir. 

Pero más allá de esa primera persona, habrá más. Personas que te volverán a hacer sentir, algunas más y otras menos, pero al menos vas con la lección aprendida. El dolor será menos doloroso como la primera vez y no entiendo que tiene eso de malo. 

Si aprendemos de la experiencia para ser mejores, se supone que en el amor también, ¿no?. 


martes, 10 de junio de 2014

Un chute de optimismo de cara a París.

He rescatado la felicitación del año pasado que escribí para uno de mis mejores amigos. Y quiero volverlo a poner aquí para que lo lea en estas fechas de exámenes (porque me da a mi que lo va a leer) y más que por darle ánimos, para que sepa que confío en que va a poder con ésto y más.

Más que un amigo, un hermano que duerme en otra casa.
Más que un hermano, un apoyo, un confidente, una persona por las que vale poner la mano en el fuego.

"Puede que él no recuerde cuando nos conocimos, pero yo sí. Fue una mañana en la playa cuando me dijo su nombre. Éramos unos críos y nos pasábamos horas bañándonos en el mar, haciendo castillos de arena, cruzando a la playa del camping cuando había bajamar, cogiendo olas con la tabla intentando esquivar a la gente y como él recuerda, tirándole bolas de arena mojada mientras él corría para librarse. Tampoco olvido las cientos y miles de ahogadillas que me ha hecho y todavía tengo que devolverle.

Esos días de playa cuando éramos unos críos se convirtieron en paseos por el pueblo y el puerto, en escapadas a otras playas y pueblos, en tardes enteras en la “uve” y en el polideportivo, en películas los días de lluvia, en fotos, en helados de Campíos… Y cada verano había algo nuevo por hacer, no te puedes aburrir con él porque siempre tiene un plan.

Durante el resto del año nos veíamos en la ciudad, siempre que tuviera tiempo porque no he conocido a alguien que tenga más aficiones que él. Balonmano, inglés, coro, alemán, pintura… Y sus notas son inmejorables.

Aunque siempre tiene cosas por hacer y su agenda esté repleta, saca tiempo de donde sea para la gente que le importa y además de eso, se preocupa de hacer que ese rato con él sea entretenido y hacerte reír. Tampoco para quieto. Si algo le gusta va a por ello y creo que nunca se ha quedado a las puertas de conseguir aquello por lo que se esfuerza. Es la persona más desinteresada que conozco. Me ha demostrado con el paso del tiempo que es más que un amigo, que no juzga tus actos, que intenta sacar lo mejor de la otra persona, que no necesita intentar comprenderte porque te entiende sea cual sea el problema y que siempre va a ser mi apoyo ante lo difícil y va a darme el consejo que él mismo seguiría. Ha estado en los momentos más importantes y hay veces que pienso que no le he devuelto todo ese cariño que él me ha demostrado y cómo puede soportarme a veces".

Hoy cumple veinte años el ingeniero-economista. Un lujo de chico que resulta ser mi mejor amigo. Muchas felicidades Luis Javier San José Gallego.

lunes, 9 de junio de 2014

Hogar.

Resumiendo: en el mundo hay dos tipos de parejas. Las que son tipo bolso y las que son tipo maleta. Tener pareja para ir al cine o a cenar es como tener el bolso que combina con todo pero no es la maleta que te acompaña en los viajes. El bolso lo llenarás con la cartera, las llaves, el móvil, maquillaje, y puede que también metas el cepillo de dientes para pasar una noche fuera. Pero una maleta supone llenarla con ropa para todas las ocasiones, porque nunca sabrás qué vas a poder utilizar. Metes todos los "por si acasos", libros, la cámara de fotos, el cargador del móvil, todo el dinero que tienes ahorrado, incluso el pasaporte. Llevas contigo tu vida y a donde vayas podrás decir que es tu casa, porque no necesitarías nada más.

Lo mismo pasa con las personas.

Hay personas que son tu compañía por unas horas, incluso por unos días. Tienen fecha de caducidad. Volverás a casa para recoger aquello que necesitas, arreglarte para que no te vea con tus peores pintas, querrás volver a ver a tu gente. Pero existe otra clase de personas que construyen su casa adonde quieran que esté el otro. No necesitarán volver para sentirse agusto, porque han encontrado a alguien con el que la comodidad se basa en mostrarse de todas las maneras posibles y no sólo en sentirse cómodo viendo una película en el sofá. 

Vale la pena esperar para encontrar a alguien que no sea un albergue, sino a la que puedas llamar hogar aunque estés en mitad de la nada.

domingo, 8 de junio de 2014

Felicidad.

Lo más curioso de algunas personas, y a la vez lo más frustrante, es que crecen creyendo ser iguales al resto del mundo. Quizás sea porque se han acostumbrado a reflejarse en los ojos de la gente que busca una felicidad estándar, conformista, simple y sobra. Una felicidad por la que son capaces de cruzar la calle, pero no medio planeta. Una felicidad basada en la tranquilidad de poder contar con alguien a su lado.

Por eso, que alguien espere a que llegue a su vida esa felicidad personal difícil de saciar, de encontrar, por la que se plantea uno subir los picos más altos, descender hasta el centro de la Tierra y regresar sólo por sentir un roce, es admirable. Y mientras dura la larga espera, esas personas arrastran en su interior un miedo y una angustia que se puede apreciar debajo de los ojos. Esa oscuridad de las ojeras que, con cada noche que pasa a su lado el insomnio, se hace más latente.

Puede que hayamos inventado una idea de la felicidad que debe ser impuesta por norma general. Puede que la verdadera felicidad individual duerma en el fondo de cada uno esperando ser despertada y saciada. Puede que seamos egoístas al no querer saber lo que realmente nos hace ser felices. O demasiado cobardes al arrojar la toalla y sumándonos al convencionalismo que abunda.

Para el que busca ese "algo más". El que busca, encuentra. Tarde o temprano, pero encuentra.

lunes, 2 de junio de 2014

Renacimiento.

Dicen que el tiempo todo lo cura y yo creo que ya cicatrizaron mis heridas. Por fin desde hace mucho tiempo siento que ninguna cuerda me ata, he aprendido a quererme a mi misma, a ser capaz de esquivar las balas y saber darle la importancia que de verdad merece cada persona y situación. He aprendido a dar valor a mis actos, a mi corazón y a mi vida en sí.

Estar sola no significa soledad. He vivido conmigo misma por un tiempo, he salido a flote a base de creer en que puedo con todo lo que me echen encima y consiguiendo poco a poco alcanzar las metas que me había marcado, de apoyarme en verdaderas amistades y dar exclusividad a mis intereses por encima de otros. He sabido apreciar mi vida tal como es, a desechar el pesimismo, a aprender de mis errores aunque haya sido tarde y saber que nunca más volveré a caer en la misma piedra. He agudizado el sentido de la vista y del olfato; ahora sé calar mejor a la gente y también el sentido del tacto al saber dar más valor a un abrazo que a un roce.

Ahora llevo una armadura bajo la piel y si aparece alguien que de verdad quiera traspasarla, demostrará con actos, y no me influirán sus palabras, que valdrá la pena desprotegerme. Esa persona me tendrá a su lado, pero no esposada. Seremos dos vidas trazando dos lineas paralelas. Será el equilibrio entre dos personas. Evitaré la admiración ferviente, la adoración y cegarme por una vida que no es mia, sino mi complemento.

Si, creo que ya estoy lista.

sábado, 31 de mayo de 2014

¿Qué me habéis traído de regalo?

Hace mucho tiempo, vivía en un palacio francés una joven de cabello castaño y ojos verdes. Estaba lejos de casa pero eso no la asustaba, convivía con más niñas de su edad. Asistía a clase, sacaba buenas notas y escribía a sus padres una vez por semana para saber qué ocurría al otro lado de los Pirineos. Si el pequeño de la casa se había hecho más grande, cómo estaban sus abuelos, si había empezado a hacer buen tiempo, si cuidaban de su bicicleta. Casi todo lo que escribía en esas cartas eran preguntas esperando ansiadamente la respuesta. Recibía a menudo cartas de sus abuelos, dos por semana, a veces acompañadas de fotos, otras con un paquete con chucherías y dinero. ¿Para qué quería ella dinero en ese palacio?. Tenía todo lo que necesitaba: ropa, comida, libros... Por eso le hacía más ilusión que nada las cartas. Sólamente necesitaba eso. Que alguien se acordase que seguía viviendo, aunque fuera apartada del resto del mundo.

Pero las palabras que más quería oír nunca llegaban.

Cuando la iban a buscar al final de mayo, todas las niñas del Palacio esperaban de punta en blanco a sus padres. Algunas más tímidas que otras, esperando que sus familias no las castigaran sin por sus malas notas, otras impacientes, intentando adivinar qué regalo traerían consigo. Todas esperaban el ansiado momento de cruzar la gran verja que anunciaba el fin de las clases y el comienzo del verano, pero sobre todo, ese prometido gran regalo. Todas, excepto una.

La impuntualidad era propio de ella. Siempre dejaba para el último momento recoger sus cosas y hacer las maletas. Cuando bajó al gran salón se encontró con compañeras suyas corriendo a abrazar a sus padres, otras mirando por la ventana esperando que los próximos en llegar fueran los suyos y ella se quedaba quieta, sentada en los escalones de la entrada mirando el cielo, el campo, los coches aparcados y el revuelo de personas que se había formado.

Y los vio llegar.

Se levantó, bajó los escalones y permaneció quieta, moviendo con sus zapatos la gravilla del suelo. Sabía que se estaba ensuciando pero no la importaba. Cuando estuvieron más cerca, en vez de correr hacia ellos, caminó sin prisas y en el momento en el que estaba enfrente de ellos, esperó a que la cogieran en brazos, que se pusieran a su altura o un simple gesto de cariño por su parte. Pero solo se la quedaron mirando. Llevaba con ella un folio con las notas de curso. Todo notables y sobresalientes. No comprendió nunca esa insensibilidad innata de la que prometió siempre no calarse. Pero entendía una cosa. ¿Qué niño no recibía un regalo por sus buenas notas?. Asique tomó aire y con voz pausada, se atrevió a mirarles a la cara y preguntar: "¿Qué me habéis traído de regalo?".




(Ensayos de novela)

viernes, 30 de mayo de 2014

No solamente en enero.

El 31 de diciembre del año pasado escribí esto y no lo publiqué. Acabo de encontrarlo y todavía sigue teniendo sentido para mi, ahora que alcanzamos el ecuador del 2014. Poco ha cambiado en estos casi seis meses. Mis propósitos siguen firmes, he madurado un poco más y he aprendido a darle tiempo al tiempo, que es el mejor maestro, el mejor juez y aparta de mi la idea de depender de la suerte, porque me he dado cuenta que es la más puta de todas, que se vende por un ruego y después te abandona por otro.

Sepamos confiar en nuestros pasos, en el camino y no en el destino, que no es el mismo para cada ruta y es muy fácil desviarse.

"Que el destino no nos tome las medidas".

"Empezar un nuevo año no significa por norma empezar de cero, ni tener nuevos propósitos para los próximos trescientos sesenta y cinco días. Yo ya empecé hace tiempo los míos, y el 1 de enero no será más que el unico día del año en el que haré maratón de películas intentando no morir por la resaca.

Algunos pensarán en volver al gimnasio, otros en dejar de fumar, pero yo no tomo ese camino. Decidí pactar conmigo misma y no tuvo que ser un 31 de diciembre. He cumplido y cumplo mis objetivos, sin dejar de haber cometido fallos, como todo el mundo. Las flaquezas no son el fracaso absoluto.

Tampoco tienen que ser estas fechas las únicas para acordarse de la familia y amigos. Pienso en los que están conmigo a diario y les digo durante todo el año que les quiero y que los necesito cerca. Recuerdo a los que no están y más cuando veo que en las fotos aparecemos menos personas. Pero es ley de vida y volverá a haber caras nuevas y también reencuentros en estaciones y aeropuertos.

Recuerdo muchos momentos de este año, tanto buenos como malos, porque siempre hay de todo. Y ya está. No voy a empezar una nueva vida tras las campanadas y las uvas. Sólo empieza un nuevo año y mis propósitos y metas ya me los establecí hace tiempo, quizás mejor o peor llevados a la práctica, pero siguen siendo los mismos. 


Sin prometerme a mí misma ganar el Cielo, el oro y el moro de la noche a la mañana; eso se va ganando día a día y no solamente en enero.

lunes, 26 de mayo de 2014

Never give up.

En mi familia siempre me han enseñado que con esfuerzo y sacrificio se alcanzan todas las metas que uno se proponga. Da igual que parezcan imposibles, que la gente intente hacerte cambiar de opinión y que la vida, aunque a veces sea injusta, no puede con una persona por muy cuesta arriba que se ponga. Me enseñaron que nunca hay que contar con la suerte, que siempre se debe creer en uno mismo y con preocuparse no se llega a ningún sitio. Que hay que mirar a los problemas de cara, buscarles solución y nunca venirse abajo.


Mi familia está compuesta por auténticos titanes y gracias a ellos, a su apoyo, a su entrega y a sus enseñanzas, yo estoy aprendiendo a ser una más. Porque el camino que todos ellos han recorrido antes que yo, es por el que quiero andar y pisar las mismas huellas que ellos han dejado.

domingo, 18 de mayo de 2014

La experiencia es la mejor memoria que existe.

Me da rabia hablar para que no te escuchen, o simplemente que ni te estén mirando. Yo también lo hago a veces, lo sé, e intento remediarlo. A veces pienso que mi entorno resta importancia a mis palabras sólo por el hecho de haberlo vivido antes que yo y haberme transmitido la enseñanza. O no querer tomarme en serio.

Pero lo que más rabia me puede dar es la cara de incredulidad, como si hubiera superado expectativas preconcebidas de mi.

Habiendo superado todas las expectativas, me miran atónitos como el artista que contempla hipnotizado su obra cumbre. Y eso me supera con creces. Ese entorno se describe en momentos, sentimientos y personas que me han dejado una marca en la piel a base de golpes de cincel y martillo. Y parece que he actuado y me he comportado como nadie se hubiera imaginado que lo haría. E intentan comprender cómo se puede ajustar una forma de pensar así a una vida tan corta, a una mente tan joven.

Ahora entiendo que lo vivido son las verdaderas enseñanzas, que hay que dejar que pase el tiempo para que se transformen de sentimiento en lógica. Como el hierro candente si lo dejas enfriar. Como una ordalía de la que se espera el resultado final.

Somos los momentos vividos, las reacciones ante ellos. 
Somos los golpes recibidos, la postura que tomamos para poder levantarnos.

La experiencia es la mejor memoria que existe.

miércoles, 14 de mayo de 2014

Templo.

¿Ya no qué? Ya no vas a poner la mano en el fuego por él, ni el corazón en lo que hagas, ni te sale un suspiro pensando en él. Más bien un bufido. Porque ya no hay ganas. Ya no vais por la calle de la mano. Ya no hay sorpresas porque sí. Se reserva para algún aniversario. Ni beso de buenos días, ni de buenas noches. Por no haber, no hay ni mensaje en el móvil. Ya no hay esa motivación que te hacía dar un salto por las mañanas y comenzar a arreglarte a primera hora de la mañana. Ya no hay las tres "Ces" de los jueves. Cena, cine y copa. Ya ni te arreglas para dar una vuelta aunque sea a la manzana. Ya no esperas en su portal. Ni te espera en el tuyo. Ni apareces por casualidad. Ya no inviertes más tiempo en ir y volver que en estar. Porque ya no merece la pena. Ni apetece demasiado. Ya no compartes paraguas. Porque has caído en la cuenta de que no es práctico y porque en realidad es incómodo. Que traiga otro o que se ponga capucha. Ya no hay tiempo para tonterías. Ya no perdemos el tiempo. Porque ya no hay tiempo que perder. Seamos serios, por favor. 

Ya no te cae un piropo ni por error. Le cae a el que acaba de pasar. Y un, dos, tres, ofenda otra vez. El que la hace, la paga. Ley del talión. Y te das al ojo por ojo. No vayas a quedar por debajo, así de gratis. Y piensas: "pero, ¿quién coño se ha creído?". Que para orgullo, el mío. Que para lanzar palabras como puños me basto y me sobran. 

Y luego se oye por ahí que el romanticismo ha muerto. Perdona pero no. Igual lo has matado también tú un poco a base de dejar que se enfríe el lugar donde antes saltaban chispas o alguno de los dos ha dejado abierta la puerta y las ventanas por donde, aparte de aire fresco, han podido entrar más personas y has pensado que tal vez estabas rozando el conformismo aferrándote a una determinada persona. 


Repito; y luego se oye por ahí que el romanticismo ha muerto. Perdona pero no. Igual lo has matado también tú un poco. Y no estoy hablando de hacer corazones en San Valentín. Hablo de pequeños gestos que marcan la diferencia. Y ya no sólo con la otra persona. Sino contigo mismo. Y eso es peor. Porque una relación no es poner a la otra persona por encima de todo y olvidarse de uno mismo. Es querer compartir dos vidas. La suya y la tuya. Y no un dos en uno.


Para el que abandona su propio ser por amor. No he vivido mucho pero ha sido intenso, como ha de ser vivida la vida. Y lo más importante que he aprendido ha sido que nadie me va a querer tanto como yo. Que el cuerpo es un templo donde el corazón y la mente son sagrados para quien mora en él. 

domingo, 11 de mayo de 2014

Piedras.

Los sentimientos son la carga más difícil de soportar. Creo que si en este momento me dieran a elegir entre cargar con piedras o con todos los pensamientos que chocan en mi cabeza, las dudas y las preocupaciones, sin duda alguna elegiría un gran bloque de piedra con el que al menos pudiera barajar la posibilidad más correcta de poder llevar todo el peso que supone.

Siempre oí decir que "de los problemas, uno no se preocupa, se ocupa de ellos". De sanarlos, de evitarlos, de encontrarlos solución lo más rápido posible. Pero ¿qué hacer cuando se empieza con uno y se cargan cientos?. Cada persona tiene su sistema para enfrentarse a ellos y yo todavía no sé cómo hacerlo, porque nunca me han venido tantos de golpe, tan grandes y de improvisto.

Yo he intentado ser fuerte, cargar con todos mis problemas y evitar a toda costa que alguien intente aliviarme aunque sólo fuera contando la carga que llevo. Pero ahí viene el mayor de todos los problemas; ¿cómo hacer como si nada estuviera pasando cuando ya te encuentras aplastado por la gran masa?. Mi conciencia no me permite dejar a un lado mi preocupación y sonreír. Es un "debería" y no puedo. Todo el mundo lidia con sus problemas y es frustrante ver como no puedo apartarlos de mi cabeza ni un sólo segundo.

Y en cuanto se suman a otras dudas y dilemas, siempre acaban jugando en ellas las contradicciones, como en aquella frase "haciendo un pulso cabeza y corazón", y bastante tengo con intentar entenderme como para poder explicarlo y que alguien lo entienda si no me entiendo ni a mí misma. Y menos aún que intercedan. Asique intento quitar hierro, medir mis pasos contando con la experiencia del pasado y que parezca un "cuesta abajo y sin frenos" cuando en realidad te has adelantado al resultado y llevas la armadura bajo la piel. Que nadie quiere que la hagan daño porque sí. Porque una vez ya fue bastante.


Son tan cercanas las personas por las que me preocupo y quiero ayudar que no puedo plantearme la posibilidad de ser egoísta y fingir que nada me importa. Y a la vez, son tantas las ganas de confiar, poder aliviar las ganas de contarlo todo y al menos que alguien solamente me escuche, como los motivos que tengo para desconfiar y no hacerlo.

Al menos lo escribo e intento entenderme.
Hasta que sepa cómo llevarlo todo sin hacerme daño, seguiré cargando.

martes, 8 de abril de 2014

Qué manía.

Qué manía tenemos de querer complicarnos la vida, de buscarle tres pies al gato y de hacer una montaña de un grano de arena o de ahogarnos en un vaso de agua. Cada uno ya tiene bastante con su vida como para querer hacerla un poco más difícil.


Qué manía con cerrar cicatrices lo más rápido posible, abrir cremalleras a discreción y buscar cosquillas en cuellos que agachan la cabeza. Qué manía de llegar a deshora, de sacarle los dientes a miradas que matan y no una gran sonrisa de autosuficiencia  y de empeñarnos en ser el punto de inflexión de alguien, su gran incomodidad o su gran capricho del que nunca se va a cansar.


Qué manía con enamorarse de los cuerpos, de la idea del amor y no de la persona, con sus virtudes y su larga lista de defectos que tratamos de no prestarle atención. Qué manía de doblar y sumar distancia a los golpes y no pensar ni por un momento en devolverlos y de querer que alguien nos busque sin habernos encontrado a nosotros mismos. 


Qué ganas de aparentar, de quitar hierro a asuntos que tienen más del que pensábamos. Porque puede que no duela, pero escuece. Qué ganas de leer el mismo libro una y otra vez, y cuando pasamos a otro es la misma historia con distintos nombres. 


Qué ganas de querer cambiar cuando ya es tarde. Qué ganas de ser libres y confundirlo con el libertinaje



viernes, 21 de marzo de 2014

Estar ahí.

A riesgo de parecer ególatra, hay personas que conozco como la palma de mi mano. Que sé sus puntos fuertes y sus talones de Aquiles. Sus gestos, sus miradas y lo que están pensando sin que lo lleguen a decir. Por eso, y sobre todo, por todo el cariño que las tengo, tengo la necesidad de adelantarme a sus caprichos, a evitarles el golpe y si hace falta, a ser su escudo ante el resto del mundo. Porque aquellas personas que me han demostrado su cariño y apoyo, yo exhibo ante ellas y ante el resto de la gente todo lo que las quiero, porque se lo merecen, porque quiero que todos sepan que apuesto por ellas una y mil veces más.

Para ser amigo mío, se necesitan años, paciencia y, como dice uno de ellos, un gran sentido de la nobleza y la lealtad, aunque suene muy antiguo, pero es cierto. Estar a las duras y a las maduras, defenderles aunque sepas que la batalla está perdida desde el comienzo y no separarte de ellas, y no me refiero a la distancia física. Estar ahí; esas dos simples palabras ya dicen mucho.

Y por eso y más, no llevar la cuenta de los cafés y copas a los que ha invitado cada uno, sacar tiempo para ellas de debajo de las piedras si hace falta y pedir perdón por cosas que pueden parecer tonterías, pero entre casi hermanos, hieren como cuchillos.

Por ellos, los que se cuentan con los dedos de las manos, los que demuestran que la familia sí se puede elegir y los que demuestran que cuenta más la calidad en vez de la cantidad, que es lo más importante.

Y sobre todo, al que lee mi blog y me ha animado a dejar a un lado el tono de mis anteriores escritos. ¿Ves?, hay temas que cambian por completo mi estado de ánimo. Y piensa que en parte es gracias a ti.

jueves, 27 de febrero de 2014

Trenes.

Un día conoces a alguien que frecuenta los mismos bares que tu, las mismas bibliotecas, y te preguntas dónde ha estado todo este tiempo escondido. Empieza a parecer nuevo lo que antes era pura rutina. Conoces a alguien que se queda dormido al mismo tiempo que tu todas las noches, que no te hará reír desde el minuto cero, pero no te hace llorar. Y eso ya es mucho. Ya no necesitas andar por la ciudad con cascos, y los atascos ya no te resultan tan agobiantes si esa persona te cambia mil veces la emisora buscando la música que sabe que te gusta. 


Pero el insomnio tiene nombre, apellidos y se encarga de hacerte recordar que has tenido una vida pasada en esos mismos bares, bibliotecas y calles. Pasa a tu lado, te hace sentir rabia solamente mirándote de reojo, pero te roza y te corta la respiración. 

Alguna vez conoces a alguien y te dan ganas de ordenar todo lo que era tu caos de vida y piensas en hacer la gran reforma. Que no se note que por ahí pasó un vendaval. Porque esa persona pretende quedarse hasta que tu te levantes por las mañanas y va a intentar no despertarte, anteponerte a partidos de fútbol y reírse porque sí contigo y no de las pintas que llevas para salir un rato. No te va a criticar, hará suyos tus defectos. Incluso puede que haya vivido lo mismo que tu, y ya el desorden no te parece tan imperfecto. 

Y de mientras esperas que el insomnio se acuerde de abandonarte en algún momento, aunque no haya ganas de ninguna despedida todavía. Porque hay personas por las que perderías todos los trenes que hicieran falta con tal de quedarte un poco más. Pero lo malo de no subirte a ninguno de ellos te hace pensar que te pierdes mucho ahí fuera y no creo que necesitemos pensar en otra cosa para seguir, aunque tan solo por una razón seríamos capaces de quedarnos en la estación.



Así que preparas su bienvenida por todo lo alto, con las grietas sin disimular, tus cosas esparcidas por el suelo, como lo has hecho siempre que llega alguien nuevo. Las desilusiones nunca han tenido cabida. 


lunes, 17 de febrero de 2014

Camino de vuelta.

La naturaleza tiende al descarte, a jugar con las probabilidades, a desechar opciones y finalmente hace oídos sordos a los impulsos para hacer frente con la lógica.

Puede que llevemos mucho tiempo ignorando la realidad, las costumbres que nos rodean, que por andar en dirección opuesta creamos ser invencibles. Asumidlo, Hollywood nos ha malcriado haciéndonos creer que las historias imposibles se hacen realidad. Si alguna vez, alguna de esas películas hubiera pasado de verdad, llevaría un “basado en hechos reales” en luces de neón. Y no. Eso sólo pasa en las películas de asesinatos en masa o en aquellas en las que el protagonista acaba siendo ni la sombra de lo que fue en sus días de gloria.
La niña buena, tarde o temprano, acaba volviendo al redil. El soñador también se da de bruces. El chico malo no se acaba convirtiendo en el Romeo que todo el mundo espera. Los setecientos euros de suelto por dejar de estudiar a destiempo dejan de ser tan tentadores si se triplican al terminar de formarse. Y la gran marea del inconformismo acaba siendo el río de unos pocos que siguen alimentando la idea con mitos, pero también con grandes personas que dan sentido al riesgo que supone dar la vuelta a todos y cada uno de los principios que se nos imponen desde pequeños.

No sería cobardía ni hipocresía aceptar que gran parte de nosotros no seríamos capaces de hacer realidad todos nuestros sueños, sino realidad. No es pesimismo, sino atender a aquello que necesitamos por encima de lo que queremos. ¿Quién moriría con las botas puestas? ¿Quién se sumaría a la minoría cuando ha conocido la estabilidad que proporciona el equilibrio de la mayoría? ¿Y quién no ha intentado cambiar las cosas aunque sólo hubiera sido por una vez?


Habrá que intentarlo al menos. Y que sea lo que sea, al menos, hasta que veamos el principio del precipicio y sepamos dar marcha atrás a tiempo. De grandes leyendas el mundo está lleno, y al menos yo sé que no llegaré a ser una más. Y porque, (y ésta es la primera razón de todas, la que da sentido a nuestro mundo convencional y falsamente culpado de egoísta), ante la seguridad de los que quiero, dejaría de lado todo lo que yo deseo.

Al saco de hormonas, al eternamente joven: ser el hijo pródigo y tener siempre en mente el camino de vuelta no es mala idea. 

jueves, 23 de enero de 2014

Hogar.

A veces la venía a su mente un pensamiento inquietante y a la vez el más feliz de todos. ¿Quién podría decir que guarda en su retina la forma en la que sonreía para ella?. Y en ese momento se sentía única en todo el planeta. Millones de personas podrían visitar la gran muralla china, ver las puestas de sol en los acantilados irlandeses, contemplar las vistas desde lo alto de un rascacielos neoyorquino o abrumarse observando cada monumental escultura del Valle de los Reyes. Pero ella poseía sus surcos y cicatrices, sus gestos y manías, capaces de ser sentidos a través del escalofrío que la recorría el saber que ese instante sólo estaba reservado para ella y que nunca nadie podría apreciar tal maravilla.

Creía haber tenido todo lo que quería, pero ese simple momento la hizo pensar que tal vez había vivido siempre sin lo que ella en realidad necesitaba. Y se sintió como si por primera vez respirase y tan tranquila al saber que estaba aislada del peligro, que volvió a concebir la idea de poder llamar a unos brazos alrededor de su cintura hogar.

https://www.youtube.com/watch?v=MjNxBnO79p8&feature=youtube_gdata_player

martes, 21 de enero de 2014

Sin querer.

El pasado a veces nos alcanza en forma de fechas en el calendario, de rincones en bares y de calles oscuras. De abrazos al amanecer, de películas vistas, de canciones y de todos aquellos postres compartidos. Recorren nuestra memoria como si fueran balazos; rápidos, directos y dando en la diana. No puedo evitar sentir un nudo en el estómago pensando que no fue una gran historia, pero sin saber cómo, te clavaste como una espina en la zarpa del león.

Ya sé que te comparo con balas y pinchos cuando en realidad no fuiste tan odioso como un dolor, pero no puedo acordarme de ti sin que me vengan a la memoria buenos momentos recubiertos del sabor más amargo de la frustrante derrota que supone perder habiendo apostado a una sola y desesperante carta. Y entran ganas de odiarte por ello.

No puedo evitar acordarme del pasado, de no haber sabido cortar por lo sano a tiempo. Porque, al igual que una cuerda en la que cada fibra va rompiéndose por el peso que aguanta, yo espero que caiga al vacío, que es mi olvido, del que no espero que vuelva ni lo deseo. Pero todavía pende de un hilo.


https://www.youtube.com/watch?v=Sod-dvKa8L0&feature=youtube_gdata_player

lunes, 13 de enero de 2014

Soledad y rabia.

Sentir por alguien, sobre todo por ti, es la sensación más frustrante que he llegado a conocer. Es como si estuviera atada de pies y manos, mirando a la distancia de un mundo entero que nos separa, o mejor dicho dos, el tuyo y el mio. Dos universos paralelos que no se tocan. Y si digo lo mucho que me gustaría poder acercarme a ti y salir ilesa, tu sólo podrías imaginártelo, pero no lo llegarías a sentir.
Tu, al igual que yo, lo sabes. Que las películas te hacen soñar, y que de sueños no se sobrevive a esta vida. Somos demasiado realistas para saber que pueden estallar fuegos artificiales entre nosotros dos que serían preciosos al principio pero acabarían consumiéndonos entre el humo y las cenizas que dejar detrás de explotar. De personas normales el planeta está lleno y encontrar alguien como tu es algo que quiero conservar. Y si yo me rodeo de gente más o menos parecida a ti, de ésas que dejan huella allá por donde van y el resto les echa una mirada llena de prejuicios, es que yo también seré todo un caso digno de estudio.

Pero a la vez, tu simple existencia me provoca soledad. Soledad y rabia. Pienso que si puedes llegar a ser la persona que alguien necesita, te sientes realizado. Pero contigo es todo lo contrario. Yo te necesitaba y tu no veías esa necesidad. Creo que ni siquiera te planteabas que alguien pudiera necesitarte.
Ahora mismo tengo ganas de ser tu apoyo incondicional, tu confidente, tu almohada, la persona a la que pidieras que apostase por ti una y mil veces. Y yo sin duda lo haría y antes lo he llegado a hacer muchas veces sin que tu te dieras cuenta.

Te veo y me lamo la heridas. Esas heridas que una vez fueron la entrada a los pensamientos y sentimientos arrolladores e incontrolables. Y ahí está la rabia contenida.

La rabia de saber que no harías la misma apuesta por mi. Ni ahora ni nunca. Y por más que lo sé, por más que me he hecho a la idea y simplemente tenerte delante aunque sean cinco minutos para saber que estás bien, sigo entregándome a la desesperada a cualquier persona que no serás tu ni por asomo. Son una vaga imagen de ti, que no consiguen intencionadamente acercarse a mi ni la mitad de lo que tu conseguiste sin proponértelo. Que algunas intentan hacerme daño, pero contigo ya me volví inmune, y otras intentan que sienta, pero no llegan ni a ponerme los pelos de punta como tu lo hacías con una simple sonrisa.

domingo, 12 de enero de 2014

Por perdido.

No sé si el tiempo pone a las personas en su sitio o las personas muestran como son en verdad con el tiempo. Pocas veces me he tenido que hacer esa pregunta. Normalmente esa pequeña familia que son mis amigos está compuesta por personas en las que puedo confiar plenamente. Con la sucesión de detalles y no de meses me demuestran cómo son y yo intento estar a la altura siempre.

Soy de las que piensa que si se quiere algo, hay que involucrarse, ser paciente, dar el máximo posible y confiar en que ellos harán lo mismo por mi. Pero no puedo disimular la decepción cuando eso no pasa. Cuando juegan los tantos por ciento y la balanza se descompensa. Ahí entra en escena el perdón, pero sobre todo el arrepentimiento, la promesa personal de no volver a actuar del mismo modo. Y si alguna vez me he llegado a portar mal, no se trata de agachar la cabeza y esperar la tormenta, sino poner la cara y el corazón de por medio, dándote cuenta del daño que has podido hacer.

También saber perdonar. Pero, ¿cuándo perdonar si la otra persona no siente el haberte fallado?. Puedes hacer la vista gorda una vez, dos como mucho. Pero al final, en una cosa de dos no tira uno sólo de la situación hacia adelante. Y ese instante es cuando te planteas que tal vez has apostado demasiado por una persona que no se lo merecía y lo mejor es poner distancia y restablecer el equilibrio, dando a esa persona lo que estás recibiendo de ella, cansado uno de esperar un cambio que, en mi caso, ya lo he dado por perdido.

martes, 7 de enero de 2014

Todavía.

El pasado ahí sigue, detrás, y nunca mejor dicho. Con un simple roce te hace dar la vuelta para saludarle. No le doy ni dos besos, sólo muestro una sonrisa forzada para intentar que no se note que mi cuerpo parece una estatua de hielo y que mi cara va perdiendo el color a pasos agigantados. ¿Dónde están los menos tres grados bajo cero cuando se necesita que tus mejillas estén rojas?.

Ahí está. El Pasado. Con nombre y apellidos. Su imagen se iba haciendo con el tiempo borrosa hasta hoy, que me ha vuelto a mostrar su rostro más tranquilo y sereno. Sin música de fondo, sin barra de por medio, sin copas y sin gente alrededor. Con sus ojos marrones oscuros mirándome fijamente, como quien intenta leer los pensamientos de otra persona. Sin pestañear. Como si me estuviera evaluando, intentando saber mi estado de ánimo.

Si por mi fuera...

Si por mi fuera te tiraría por un puente y es por eso que evito tu contacto. Si por mi fuera te estaría gritando hasta dejarte sordo, pero en vez de eso intento parecer calmada pero sabes que por dentro estoy a punto de estallar. Si por mi fuera te mataría, pero con eso no sería suficiente para devolvértela y estar en paz.

Y en lugar de mostrarte toda mi rabia contenida a través de mi mirada, todavía te sigo el juego. Será que todavía no puedo contigo. Será que todavía estás ganando la partida.