domingo, 12 de enero de 2014

Por perdido.

No sé si el tiempo pone a las personas en su sitio o las personas muestran como son en verdad con el tiempo. Pocas veces me he tenido que hacer esa pregunta. Normalmente esa pequeña familia que son mis amigos está compuesta por personas en las que puedo confiar plenamente. Con la sucesión de detalles y no de meses me demuestran cómo son y yo intento estar a la altura siempre.

Soy de las que piensa que si se quiere algo, hay que involucrarse, ser paciente, dar el máximo posible y confiar en que ellos harán lo mismo por mi. Pero no puedo disimular la decepción cuando eso no pasa. Cuando juegan los tantos por ciento y la balanza se descompensa. Ahí entra en escena el perdón, pero sobre todo el arrepentimiento, la promesa personal de no volver a actuar del mismo modo. Y si alguna vez me he llegado a portar mal, no se trata de agachar la cabeza y esperar la tormenta, sino poner la cara y el corazón de por medio, dándote cuenta del daño que has podido hacer.

También saber perdonar. Pero, ¿cuándo perdonar si la otra persona no siente el haberte fallado?. Puedes hacer la vista gorda una vez, dos como mucho. Pero al final, en una cosa de dos no tira uno sólo de la situación hacia adelante. Y ese instante es cuando te planteas que tal vez has apostado demasiado por una persona que no se lo merecía y lo mejor es poner distancia y restablecer el equilibrio, dando a esa persona lo que estás recibiendo de ella, cansado uno de esperar un cambio que, en mi caso, ya lo he dado por perdido.

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