lunes, 22 de abril de 2013

Para bien o para mal. Parte II.

Hace seis años, en una tarde de invierno, ella esperaba a que él subiera a su casa.

Ya no contaba con la independencia que le proporcionaba su anterior hogar. Ahora, su nueva casa determinaba su espacio de una forma agobiante y el tiempo se medía en permisos concedidos, como si de una cárcel se tratase. Aquella situación podía con ella; un pájaro que ha sido libre es difícil enjaularlo.

Él llegó a su casa sin tener que preguntarle qué piso era, porque ya lo conocía. Había entre ellos una confianza que hacía ridícula la posibilidad de pensar en que aquello superaba la simple amistad. Se habían criado casi juntos, casi como hermanos. Sus vidas se desenlazaron y al azar se volvieron a encontrar. Desde su reencuentro, recuperaron el tiempo perdido y aunque ambos acogieron carácteres distintos con los años, cada uno aportaba su forma de ser al otro y acabaron encontrando el equilibrio para entenderse. Siempre hubo discusiones y peleas, pero aquello que los armonizaba estaba ahí, como si de círculos tangentes se trataran.

No había nada de raro en que vieran una película juntos, ya habían visto muchas antes. Pero ninguno de los dos pensó en que aquella película de un niño mago acabaría trayendo a la mente recuerdos de esa tarde, incluso pasados seis largos años.

Al que una película le recuerda momentos vividos. No los olvides. 

26-1-2007.


lunes, 8 de abril de 2013

Auténtica felicidad.

Sería feliz paseando por una playa sin gente a la orilla del mar con el atardecer en la lejanía jugando con los colores en el cielo, en una terraza mirando de reojo a la gente que pasa mientras leo un libro o en mitad de la multitud en un concierto.
Pero sé que si me dan a elegir un momento de auténtica felicidad, escogería estar entre las cuatro esquinas de una cama gigante, con un gran edredón blanco de plumas en una habitación con calefacción para evitar el frío invierno que todavía no quiere despedirse. Habría pósters y fotos sin marco por las paredes, algún que otro post-it con números de teléfono y recordatorios escritos. El silencio no exisitiría al tener un reproductor de música que no dejase de sonar y con la compañía de alguien con quien poder hablar toda la noche hasta que amanezca. ¡Ah!, y una cortina para evitar que el Sol me cegase por la mañana. Esto último sería imprescindible.
Sería mi pequeño rinconcito de felicidad, sin problemas, ni discusiones ni gritos. Unos pocos metros cuadrados en los que por unas horas o tal vez un par de días como mucho no existiría nada más. Pero no podría vivir en ese paraíso si fuese eterno, ya que se convertiría en mi rutina y es un momento tan perfecto que no podría joderlo de esa manera.
Volvería a tener que abandonar mi cama todos los días para aprender que esa nube en la que yo me siento la persona más feliz del mundo hay que ganársela con el esfuérzo de saber dar prioridad a las obligaciones del día a día. Y lo haría con el único pensamiento positivo de saber que volveré a estar tarde o temprano dentro de ese cuarto, con esa cama gigante, con ese edredón blanco de plumas, con la calefacción puesta, con los pósters, las fotos y los post-it por las paredes, el reproductor de música y con la compañía de alguien con quien poder hablar toda la noche hasta que amanezca.

Para el que está pensando ahora mismo en su instante de felicidad leyendo ésto, cuando te esfuerzas por lo que quieres y lo haces bien, la recompensa sabe mejor.

Y para el que comparte estos mismos momentos conmigo. Ese alguien. Piensa que tal vez estamos predestinados a ser felices juntos.

lunes, 1 de abril de 2013

Para bien o para mal. Parte I.

La primera persona de la que te enamoras, quieras o no, va a condicionar el resto de tus futuras relaciones. Más que enamorarse, se puede hablar de la primera persona por la que empiezas a sentir algo que nunca antes habías sentido y por ello tienes miedo. No sabes cómo actuar con él delante. No sabes si es un capricho, sólamente una tontería o que todo el tiempo que pasas con esa persona hace que la veas de forma diferente. No sabes en realidad qué estás sintiendo, pero tienes algo claro: no es lo mismo que con el resto de la gente que conoces. Su forma de pensar, su físico, su manera de comportarse y los detalles que tenga contigo... Influirán en ti. Y nunca vas a saber si para bien o para mal.

Yo creo que no tuve tanta suerte, que no ha sido la mejor introducción. Pero ahí está. Después de todos estos años, con una larga pausa entre los dos, sigue siendo mi amigo. Porque nunca dejamos de serlo y nunca hubo algo más que nos hiciera llamarnos algo distinto. Simplemente amigos.
Él no sabía (ni yo) que iba a ser mi punto de inflexión, para bien o para mal. Lo que empezó siendo una compañía distinta al resto, con su singular forma de ser, de vestir, de hablar, acabó siendo el prototipo de chico que he ido buscando o he intentado alejar de mi, dependiendo del sientimiento de empatía o rechazo hacia él.

Ahora el tiempo ha pasado y él sigue estando ahí. Para bien o para mal. Sin hablar, interviene directamente todavía en gran parte de mis decisiones. Puede parecer una subordicanción o una comida de cabeza, pero yo lo veo más como una página que es la clave para entender el resto del libro.


Para el que sé que espera el resto de la historia. Ahora sabes que eres el comienzo de ella. Para bien o para mal.