lunes, 22 de abril de 2013

Para bien o para mal. Parte II.

Hace seis años, en una tarde de invierno, ella esperaba a que él subiera a su casa.

Ya no contaba con la independencia que le proporcionaba su anterior hogar. Ahora, su nueva casa determinaba su espacio de una forma agobiante y el tiempo se medía en permisos concedidos, como si de una cárcel se tratase. Aquella situación podía con ella; un pájaro que ha sido libre es difícil enjaularlo.

Él llegó a su casa sin tener que preguntarle qué piso era, porque ya lo conocía. Había entre ellos una confianza que hacía ridícula la posibilidad de pensar en que aquello superaba la simple amistad. Se habían criado casi juntos, casi como hermanos. Sus vidas se desenlazaron y al azar se volvieron a encontrar. Desde su reencuentro, recuperaron el tiempo perdido y aunque ambos acogieron carácteres distintos con los años, cada uno aportaba su forma de ser al otro y acabaron encontrando el equilibrio para entenderse. Siempre hubo discusiones y peleas, pero aquello que los armonizaba estaba ahí, como si de círculos tangentes se trataran.

No había nada de raro en que vieran una película juntos, ya habían visto muchas antes. Pero ninguno de los dos pensó en que aquella película de un niño mago acabaría trayendo a la mente recuerdos de esa tarde, incluso pasados seis largos años.

Al que una película le recuerda momentos vividos. No los olvides. 

26-1-2007.


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