domingo, 24 de agosto de 2014

Tarifa. El Mallorca II.

Pongámonos a hablar sobre lo que cada uno necesita y acabemos coincididiendo en lo mismo. Quiero un sitio tranquilo. Levantarme e ir de la cama a la playa. De la playa a comer y después dormir dos horas más. Vamos otra vez a la playa y después al chiringuito que nos han recomendado. Cerremoslo dejando la mesa llena de cervezas vacías, nada de copas. El mismo sofá todas las noches y no necesitamos ir a otro bar. Conversaciones acompañadas de cerveza, cerveza y más cerveza. Un baño rapidito en el mar y a dormir. Y así hasta que por fin estemos satisfechos, que no hartos.

Hasta que hayamos cargado bien las pilas y no bebernos hasta el agua de los floreros. Unas minivacaciones como si fuéramos viejecitos. Pero oye, nunca he vuelto tan relajada, tan descansada y feliz. Ah, y con recuerdos de todos los días, sin lagunas vamos. Un gustazo eso de no machacar el cuerpo día si y día también. Eso quiero. Eso queremos. Y tan bien nos ha sentado.

Porque va a ser verdad que las mejores vacaciones son los planes improvisados sobre la marcha. Sin pregonarlo a los cuatro vientos que se acaba fastidiando. Sin ilusión ni expectativas, que te vaya sorprendiendo poco a poco el lugar y disfrutar cada instante. Los planes que se hacen con gente con los mismos gustos y carácter. Los que se hacen con toda la confianza depositada en el otro. Las personas que te conocen como si te hubieran parido.

Y lo más importante: "Al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver".

Siempre nos quedará París.

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