La naturaleza tiende al descarte, a jugar con las probabilidades,
a desechar opciones y finalmente hace oídos sordos a los impulsos para hacer
frente con la lógica.
Puede que llevemos mucho tiempo ignorando la realidad, las
costumbres que nos rodean, que por andar en dirección opuesta creamos ser invencibles. Asumidlo, Hollywood nos ha malcriado haciéndonos creer que las
historias imposibles se hacen realidad. Si alguna vez, alguna de esas películas
hubiera pasado de verdad, llevaría un “basado en hechos reales” en luces de
neón. Y no. Eso sólo pasa en las películas de asesinatos en masa o en aquellas en las que el protagonista acaba siendo ni la sombra de lo que fue en sus días de gloria.
La niña buena, tarde o temprano, acaba volviendo al redil. El soñador también se da de bruces. El chico malo no se acaba convirtiendo en el Romeo que todo el mundo espera. Los setecientos euros de suelto por dejar de estudiar a destiempo dejan de ser tan tentadores si se triplican al terminar de formarse. Y la
gran marea del inconformismo acaba siendo el río de unos pocos que siguen
alimentando la idea con mitos, pero también con grandes personas que dan
sentido al riesgo que supone dar la vuelta a todos y cada uno de los principios
que se nos imponen desde pequeños.
No sería cobardía ni hipocresía aceptar que gran parte de
nosotros no seríamos capaces de hacer realidad todos nuestros sueños, sino
realidad. No es pesimismo, sino atender a aquello que necesitamos por encima de
lo que queremos. ¿Quién moriría con las botas puestas? ¿Quién se sumaría a la
minoría cuando ha conocido la estabilidad que proporciona el equilibrio de la
mayoría? ¿Y quién no ha intentado cambiar las cosas aunque sólo hubiera sido
por una vez?
Habrá que intentarlo al menos. Y que sea lo que sea, al
menos, hasta que veamos el principio del precipicio y sepamos dar marcha
atrás a tiempo. De grandes leyendas el mundo está lleno, y al menos yo sé que no llegaré
a ser una más. Y porque, (y ésta es la primera razón de todas, la que da sentido a nuestro mundo convencional y falsamente culpado de egoísta), ante la seguridad de los que quiero, dejaría de lado todo lo que yo deseo.
Al saco de hormonas, al eternamente joven: ser el hijo pródigo y tener siempre en mente el camino de vuelta no es mala idea.
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