miércoles, 14 de mayo de 2014

Templo.

¿Ya no qué? Ya no vas a poner la mano en el fuego por él, ni el corazón en lo que hagas, ni te sale un suspiro pensando en él. Más bien un bufido. Porque ya no hay ganas. Ya no vais por la calle de la mano. Ya no hay sorpresas porque sí. Se reserva para algún aniversario. Ni beso de buenos días, ni de buenas noches. Por no haber, no hay ni mensaje en el móvil. Ya no hay esa motivación que te hacía dar un salto por las mañanas y comenzar a arreglarte a primera hora de la mañana. Ya no hay las tres "Ces" de los jueves. Cena, cine y copa. Ya ni te arreglas para dar una vuelta aunque sea a la manzana. Ya no esperas en su portal. Ni te espera en el tuyo. Ni apareces por casualidad. Ya no inviertes más tiempo en ir y volver que en estar. Porque ya no merece la pena. Ni apetece demasiado. Ya no compartes paraguas. Porque has caído en la cuenta de que no es práctico y porque en realidad es incómodo. Que traiga otro o que se ponga capucha. Ya no hay tiempo para tonterías. Ya no perdemos el tiempo. Porque ya no hay tiempo que perder. Seamos serios, por favor. 

Ya no te cae un piropo ni por error. Le cae a el que acaba de pasar. Y un, dos, tres, ofenda otra vez. El que la hace, la paga. Ley del talión. Y te das al ojo por ojo. No vayas a quedar por debajo, así de gratis. Y piensas: "pero, ¿quién coño se ha creído?". Que para orgullo, el mío. Que para lanzar palabras como puños me basto y me sobran. 

Y luego se oye por ahí que el romanticismo ha muerto. Perdona pero no. Igual lo has matado también tú un poco a base de dejar que se enfríe el lugar donde antes saltaban chispas o alguno de los dos ha dejado abierta la puerta y las ventanas por donde, aparte de aire fresco, han podido entrar más personas y has pensado que tal vez estabas rozando el conformismo aferrándote a una determinada persona. 


Repito; y luego se oye por ahí que el romanticismo ha muerto. Perdona pero no. Igual lo has matado también tú un poco. Y no estoy hablando de hacer corazones en San Valentín. Hablo de pequeños gestos que marcan la diferencia. Y ya no sólo con la otra persona. Sino contigo mismo. Y eso es peor. Porque una relación no es poner a la otra persona por encima de todo y olvidarse de uno mismo. Es querer compartir dos vidas. La suya y la tuya. Y no un dos en uno.


Para el que abandona su propio ser por amor. No he vivido mucho pero ha sido intenso, como ha de ser vivida la vida. Y lo más importante que he aprendido ha sido que nadie me va a querer tanto como yo. Que el cuerpo es un templo donde el corazón y la mente son sagrados para quien mora en él. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario