viernes, 16 de octubre de 2015

Un día de éstos.

Un día de éstos, dentro de poco porque lo presiento, vendrá el último día en el que te mantenga en el recuerdo y desaparecerás por completo. Tu nombre tendrá cien referencias antes que a ti y no habrá al que merezcas ser comparado. No evitaré hacer daño a tu memoria porque sabré que nada que provenga de mi te molestará, aunque lo sé desde el día que te hablé de haber conocido a otra persona y simplemente me preguntaste si se parecía en algo a ti y al final, muy al final, resultó que te superaba en maldad. Fue una pregunta bastante egoísta por tu parte. Por otra lado, me aconsejaste que huyera, que se le veía venir y yo te dije que no estaba hecha para esconderme. No me pediste volver, solamente me exigiste no avanzar.

Seguir y no detenerme es un valor del que nunca me voy a desprender porque me conozco y sé que, aunque de primeras no lo parezca, me gusta arriesgar y saber qué puede esperarme al final de cada camino, aunque lo ande a la velocidad de los caracoles.

Tampoco te saludaré, porque serás un fantasma al que sólo yo alcanzo a ver. Ya no descolgaré el teléfono corriendo pensando que te puede pasar algo malo y podré ponerlo en silencio todas las noches y dormir del tirón.

La culpa es mía por querer tenerte a una distancia prudente. Tras una vida he comprendido que no hay una segunda y me duele pensar que es imposible mantenerte a mi lado siendo muy en el fondo una buena persona por todo lo que ocurrió en el pasado y pensamos que por tu parte estaba superado. 

A veces juegas a mi favor y otras en contra. Me siento el visitante en mi propia casa, en mi propia vida. Estrechas el cerco con tus consejos y, por qué no decirlo, también con tus teorías que llevas a la práctica de forma nauseabunda. Porque no podrás negarme que tu llamada a las tantas de la madrugada y sabiendo dónde ibas a encontrarme no fue tensar la cuerda más de lo permitido. Al igual que tus visitas inesperadas. 

Aunque quiero creer que te confundes, al final debo darte la razón y también me culpo yo por dejar que me arrincones. No sé si será la edad o la experiencia, o ambas a la vez lo que te hace adelantarte a los acontecimientos, pero me conoces y sabes que me gusta llevarte la contraria por si alguna vez resulta ser yo la que gano. Ambos sabemos jugar sucio y cada vez nuestros pulsos son más y más dañinos. 

Sabes que procuro hacer todo lo que está en mi mano para que las cosas funcionen, que me cuesta dar por perdido algo o a alguien, que doy oportunidades, tantas y más como me gustaría que me concediesen si me equivoco.

Y algo me dice que a ti ya te di bastantes para que tu mismo encontrases las indicaciones que te di en el mapa.



De mi para el conmigo sin ti. 
Para ti sin mi. 
Una se cansa de escribirte, pero parece que es lo único de lo que sé hacerlo.
Basado en el eterno adiós.

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