miércoles, 17 de junio de 2015

No se sale.

De escuchar "Nessun dorma" con los ojos cerrados no se sale. Al igual que de ver El Padrino con su doblaje original, de apoyar la cabeza en su hombro viendo un paisaje, de engancharte a un buen libro, de verle dormir, de querer aprenderte de memoria el disco de tus grupos favoritos, de ver como llueve mientras te bañas en el mar.

No se sale de la risa tonta un día tonto. No se sale de compartir cama aunque ya no haya sueño. Ni de querer dar todo y más porque no es suficiente por todo y por todos. Ni de acabar saltando en un concierto en el que hay que estar sentado, ni de recibir besos en la frente.

No se sale de decir no se sale.

Y menos aún de pensar, cuando se pone un semáforo en verde y viene mucha gente de la otra acerca, que muy poco se diferencia a una batalla y hay que cargar contra los de enfrente. Y menos todavía de querer acariciar nudillos que han dado puñetazos. No se sale de sentir caricias en la espalda, de curar heridas. Y de que nos las curen si saben cómo hacerlo.

No se sale de querer aprender más y más si tu trabajo te motiva a ser cada día mejor, de meter la pata sin querer, de querer sorprender con absurdos detalles, de dar abrazos que cortan la respiración, de buscar la motivación y la energía en uno mismo sabiendo que todo lo que hace es bueno porque sino no se haría.

No se sale y no se quiere salir de escuchar "te quiero" y que la respuesta automática de nuestro cuerpo sea una sonrisa. 

No se sale y no se quiere salir de llorar porque sí.

No, no se sale.


De mi para los adictos.
Basado en vicios y síndrome de abstinencia.

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