Ha llegado el momento de volver con energías y vitalidad, a no dejarse llevar tanto por lo malo y más por lo bueno.
Aprendí hace mucho que de los problemas uno no se preocupa, se ocupa. Que la sonrisa y un "buenos días", aunque no sea tan contagioso como quejarse, al menos cala en las personas que tienes cerca y pienso que algún día me devolverán el saludo con el mismo entusiasmo. Que el pesimismo y la negatividad arrastran al fondo de la piscina y el optimismo te deja disfrutar de la superficie, pero sin dejar de ser realista.
Y aunque la teoría me la sé, hace mucho tiempo que dejé de llevarlo a la práctica.
He vuelto a recordar que la felicidad reside en uno mismo. Que no hay que buscarla en los demás, sino haciendo feliz al resto. No hay que ser egoísta en esta vida. Y cuando se es feliz, el resto viene rodado, porque sale de uno esforzarse con más ganas por cada cosa que hace y tiene más posibilidades de salir bien.
Ya es hora de retomar viejas costumbres.
Esto no es un giro de ciento ochenta grados, es una vuelta a ser una misma.
De mi para el presente. Contador a cero.
Basado en baches que ha habido por el camino. En golpes sobre la mesa. En decir "hasta aquí".
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