domingo, 14 de junio de 2015

El respeto.

Si hay algo que odio a más no poder es el efecto mariposa que provocan las putadas. Y es que parece que hacemos daño porque nos hicieron daño. Y tendemos a desilusionar porque nos desilusionaron a nosotros. Y si puede ser más, mejor. No vayamos a quedar por debajo porque sí. Y esa manía la lleva a cabo gente que todavía no ha descubierto que se hacen mucho más daño a ellos mismos que al resto comportándose de esa manera. Y ya no sé si es más odio o pena lo que siento por ellos.

Una vez que sabemos que la decepción duele más que la rabia y el enfado, excusamos la sed de venganza nombrando un poder supremo que devolverá, a su tiempo, todo lo malo que ha hecho una persona. Creo que el Karma, Dios, Buda o Alá tienen cosas más importantes que hacer. Y también creo que antes de tomarnos la justicia por nuestra mano, tenemos que explorar todo el poder que reside en la indiferencia, que deja a la altura del betún al odio. 

Si el respeto se ha perdido, es muy difícil ganarlo otra vez y tenemos que valorar muy seriamente si merece la pena exponerse a una tercera oportunidad. Y digo tercera, porque la primera vez que confías en alguien, no te ha dado motivos para hacer lo contrario. 
La segunda, es cuando ya ha pasado el umbral por primera vez y ha roto ese pacto no escrito. Y das esa oportunidad de enmendar porque crees, o quieres creer, que sus disculpas son sinceras.
Pero la tercera... Ay, la tercera. 
No seré yo quien niegue oportunidades, pero que antes las precedan actos. Porque si una vez creímos en la palabra y vimos que no sirvió para nada, hay que demostrar con acciones que se merece ese respeto. Y hablo de respeto, porque para mi es una condición necesaria que va ligado al concepto de persona.


De mi para las oportunidades. No sois infinitas.
Basado en hechos desgraciadamente reales y a la vez educativos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario