viernes, 7 de agosto de 2015

Saber apreciar lo malo.

Cuando no puedo expresar mis pensamientos, inquietudes y sentimientos porque las palabras se agolpan en la garganta, cuando me están oyendo pero no escuchan o cuando es mejor quedarse en silencio que luchar contra molinos, lo mejor que se me ocurre hacer es escribir. Y funciona. Ya lo creo que funciona.

¿Que por qué? Porque me libero a mi misma y libero todo lo que quiero decir. Suena estúpido, pero a veces no salen las palabras correctas influidas por las emociones. A veces, se necesita tiempo para saber decir adecuadamente lo que se piensa y sobre todo, se necesita tiempo para no dejar nada en el tintero. Y la verdad que me da igual si a la persona que va dirigida lo lee o no si yo he podido exponer al exterior lo que pienso y es una forma de saber mantener la boca callada en el momento preciso y a la vez no reventar por dentro.

Ya ha pasado más de la mitad de éste año y no ha sido en balde. Ahora lo he entendido. De todo se aprende, de lo bueno y también, con tiempo y en frío, de lo malo. Tengo un escrito que hice bien en no publicar porque me he dado cuenta que se necesita asimilar los hechos con calma para poder extraer conclusiones que te hagan evolucionar y no aferrarte al rencor y al odio. Poder sacar partido de los malos momentos para avanzar y guiarte a ti hacia la meta sin detenerte a quejarte por lo duro que está siendo el camino.

Ahora sí que puedo decir que me he tomado la medida.

De mi para todo lo malo. Se necesita distancia para poder apreciarte.
Basado en una gran mala experiencia. Y espero que sea la última de éste tipo.


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