viernes, 10 de julio de 2015

Cuando bastan las miradas y sobran las palabras.

No sé cuántas veces he amanecido en la cama y la pregunta de oro es: "¿cómo ha podido llevarme desde el sofá hasta aquí sin enterarme?". Hay brazos únicos que dan abrazos y que reconfortan. Que te enganchan por la cintura en mitad de un lugar lleno de gente y te sientes protegida. Que te cogen cuando estás dormida y son como un colchón. Y al mismo tiempo lo acompañan manos que te acarician el pelo y te relajan, que dan masajes y te sientes como si hubieras pisado el paraíso. Que saben cómo, dónde y cuándo.

¿Y qué decir de tus ojos? Cuando bastan las miradas y sobran las palabras porque me has entendido a la perfección. ¿Y cómo describir la sensación que me produce ver que, cuando sonríes, tus mejillas hacen que tus ojos se entrecierren? Es una mezcla de diversión y felicidad verte contento y se multiplica por diez cuando la sonrisa se alza y se puede percibir un destello de auténtica alegría en tus pupilas, como cuando algo te hace especialmente ilusión y pareces un niño la noche de Reyes. Me gusta intentar hacerte feliz porque es intentar sacar todo lo bueno de ambos: intentar en el intento que intentes ser feliz. Y si lo consigo soy más feliz si cabe.

Me alivia saber que puedo hacer que te relajes cuando arrugas el ceño hablando y que no hagas caso omiso de mis palabras. Que de verdad me escuches, que no lleguemos a alzar la voz, que no seas de los que pierden la razón mientras ponen el grito en el cielo, que seas de los que están dispuestos a llegar a entenderse.

Que dijiste en su momento "vamos a intentarlo" y no te has echado atrás a la primera de cambio porque sabes en qué consiste ésto y que de vez en cuando va a haber algún que otro asalto.

Como para no poner la mano en el fuego por ti.


De mi para ti.
Basado en momentos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario