viernes, 17 de julio de 2015

Ella.

Ya han pasado poco más de siete meses desde aquél nueve de enero. Es la primera vez que voy a escribir de ello directamente.


Me acaba de mandar una foto desde la terraza de la casa de Comillas en la que veo el mar. Creo que esa casa ha sido más un refugio donde buscar la calma y la tranquilidad que una casa de vacaciones en sí. Y a esa foto le acompañan dos más en las que me enseña sus adoradas y mimadas flores. Este año gracias a la ayuda de unos vecinos que las podaron en su momento, ella puede tener este año una gran cosecha de flores. Hortensias azules, rosas y blancas. La bugambilia. Las enredaderas. Y yo soy la más feliz del mundo sabiendo que ella está bien, que está descansando y que es feliz.

Estoy feliz y a la vez me invade la tristeza y las lágrimas salen solas y cuando apenas puedo ver el teclado me doy cuenta de cuánto la echo de menos. No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, y en mi caso debería decir "no te das cuenta de todo lo que es para ti una persona que siempre ha estado a tu lado hasta que casi estás a punto de perderla". No me gusta usar las palabras nunca y siempre, porque el destino es caprichoso, pero las personas más, y a veces nos dejamos llevar por los temibles arrebatos, pero hay un círculo de personas que son un siempre y nunca en sí mismas. Aquellas a las que siempre vas a intentar hacer feliz y a las que nunca quieres ver sufrir.Las que son un siempre en tu memoria y un nunca en el olvido.



De mi para ella.
Basado en ella.

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