viernes, 22 de enero de 2016

De eso se trata.

"El día que se me quiten estas ganas de meterme en la batalla, estaré perdida." Con esta frase, hoy he recibido otra gran lección. Y es que parece que no, pero todo en esta vida es una lucha que poco a poco va adquiriendo los suaves y sutiles movimientos de un vals, se aleja de los gritos, de los movimientos violentos, y cada vez la música va más rápida. O eso me parece a mi.

El tiempo no nos cura, nos va puliendo como el mar o la arena arrastrada por el viento hace con la piedra. Nos erosiona y va quedando atrás lo que no es importante, vital y trascendente. Al final quedamos nosotros mismos, sí, pero con las lecciones aprendidas para seguir contemplando cómo pasa el tiempo cada vez más veloz y más ágiles a la hora de sortear los baches que nos encontramos. Las cicatrices se hacen más pequeñas y se hacen visibles ante los ojos de quien las tiene y de quien las puede apreciar y ya no sentimos dolor ni escozor, sino que admiramos cómo han sanado, que no desaparecido por completo. Las "cicatrices de guerra", como se suelen llamar.

No me he enterado del paso de un año entero, y ahora, tras echar la vista hacia atrás, creo que eso es bueno. Significa que no me he detenido tanto a pensar qué hacer, a pararme en seco ante las cosas malas y que me he ocupado de los problemas más que preocuparme por ellos. Noto el progreso en mi forma de pensar y de actuar tras los errores. Sentirse culpable de aquello que hemos hecho mal es el primer paso para querer enmendar las cosas, pero evitemos culpabilizarnos automáticamente por todo y todos. 

El tiempo y mi velocidad se toman de la mano y, menos veces que de costumbre, me parece que un minuto es una eternidad. Tal vez ya no tenga nada que ver con que pasemos un buen o mal rato el que nos haga sentir que el reloj va más o menos rápido. El reloj va al mismo ritmo de siempre y nosotros con él nos hemos sincronizado a la vez que nos hemos analizado y nos hemos tomado la medida a nosotros mismos.

Mi discurso gira constantemente alrededor de estas palabras: batalla, lucha, golpes, tiempo, aprendizaje y superación. Porque cada revés viene de distinta manera y nunca se está preparado, por más que vivamos experiencias similares. La aplicación de remedios no debe hacerse por analogía de casos.


De mi para mi madre, que también lee este blog y me dice que nunca deje de escribir ni de decir lo que pienso.
Basado en la acumulación de enseñanzas que deja tras de sí la sucesión de obstáculos. Al fin y al cabo, de eso se trata.

No hay comentarios:

Publicar un comentario