sábado, 21 de marzo de 2015

Para decir adiós me sobran muchos motivos.

Dicen que siempre me excuso para aportar algo de lógica a mis actos y decisiones. Que vendo la moto. Y en este caso, cada día busco esa razón de peso que me haga sentir que hago lo correcto. Que no puedo abandonar aquello que quiero y a los que quiero. Pero si intentas hacer todo con la mejor de tus sonrisas, tirar con todas tus fuerzas, y te ves rodeada de malas caras, de quejas, no recibes ni un simple "gracias", no es de extrañar que una acabe abatida, frustrada y malhumorada. 

Puedo decir que tengo una aportación de vitalidad y felicidad muy grande por mi parte al sentirme orgullosa de todo lo que hago, de mi capacidad de resistencia, de compromiso y de firmeza ante los malos momentos. Y también de la gente que me aporta serenidad y calma cuando más lo necesito. Porque los ánimos vacíos nunca fueron conmigo y aunque se agradezcan, no alivian. Los veo como una forma de decir "chica, ánimo pero a mi no me la des, que cada palo aguante su vela", y a eso no lo considero amistad verdadera, sino amistad a ratos; cuando estés bien vente y nos tomamos unas cañas entre risas, hasta entonces a mi no me la pegues. No quiero quejarme, pero sí desahogarme. Porque sino me considero una olla a presión a punto de estallar si no se libera el vapor poco a poco. 

Y después de esto vienen las cañas, porque me conozco y sin reírme no puedo estar y con la bordería inundándome tampoco sé vivir.



De mi para el optimismo. Ven a visitarme de vez en cuando, que me tienes olvidada.
Basado en hechos desafortunados. Los "revés" de la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario