viernes, 15 de noviembre de 2013

Cuesta abajo y sin frenos.

Es extraño ver como los tópicos, los postulados, y la razón se dejan de lado. Llevamos la lógica al trabajo, a los estudios, a los consejos que damos como si fuéramos Dios, Buda o Alá. Pero en cuanto juegan los sentimientos, y más las personas que han llegado a traspasar nuestras barreras, dejamos de ser claros y coherentes.

Todo el mundo ha hecho mil y una estupideces, ha aparcado su timidez, se ha arrastrado, se ha humillado, ha dejado a un lado algo muy importante por sacar una sonrisa a alguien, por intentar mantenerla a su lado, por simplemente verla y tenerla cara a cara, aunque sólo fuera por unos minutos.

Me he levantado a horas en las que no estaban puestas ni las calles por coger un tren, he llamado a las 6 de la mañana sólo por escuchar a alguien al otro lado del teléfono, he corrido por las calles cual loca, he bebido whisky sólo para que esa persona al día siguiente no se arrepintiera de habérsela tomado. No he asistido a algunas clases sólo por abrazar a alguien,  he dejado plantada a otra persona por un vuelco en el estómago al leer un mesaje en el que ponía "te necesito".

Y no me arrepiento de nada. Lo hecho ahí queda. Soy de las que se ilusiona muy rápido. Demasiado. De las que se pone la venda en los ojos y dejo que la otra persona conduzca, aunque puede que me estrelle.

He ido cuesta abajo y sin frenos unas cuantas veces, me he dado contra la pared por haberlo hecho, pero siempre viene a mi cabeza el: "pero, ¿y los buenos momentos que has pasado, qué?". Por eso, aunque no se siga el discurso categórico de lo que está bien o mal, lo que se debe hacer y lo que no, todo el mundo debería aplicarse la misma frase: "que nos quiten lo bailao". Si has reído, si te has olvidado del resto de problemas por un sólo segundo... Ha valido la pena. Aunque sólo sea para tachar a esa persona hasta la siguiente vez que se te ponga en mitad del camino o decir que has aprendido del error, aunque esté en tus genes volvértela a pegar hasta que aparezca esa persona que en vez de dejarte en la cuneta, intente mantenerte a salvo.

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