viernes, 8 de noviembre de 2013

7 días sin Whatsaap.

Hace tres semanas, una amiga mía me llamó (no me escribió por Whatsaap, cosa que me sorprendió mucho) y tuve que salir corriendo de la biblioteca en la que me encontraba. La gente me miró extrañada, hace mucho que no se ven en esos sitios donde hay que estar en silencio o en las discotecas donde no se puede oír nada que no sea la música, gente que salga corriendo para poder hablar por teléfono.

Una llamada ahora mismo lo considero como un: "rápido, tengo tanta prisa o es tan urgente que no te lo puedo escribir por un chat. ¡Te necesito ya!." Por eso, esperaba una gran noticia o un suceso muy importante. Después de la típica conversación "hola, ¿qué tal?, ¿te pillo en mal momento?" vino lo que había predicho. Me contó algo importante. Estaba haciendo su Tesis Doctoral y necesitaba gente para poder llevarlo a cabo. Su trabajo consiste, resumidamente, en la influencia de las redes sociales e instrumentos informáticos y de comunicación en nuestra vida diaria. Al principio pensé que sería una encuesta sólamente, pero me asignó un papel (y además de gran peso) en su trabajo.

Debía estar una semana entera sin Whatsaap. Me dijo que, a parte del hecho de estar sin poder usarlo (no poder cerrar la aplicación), debía escribir una especie de diario, controlar los mensajes que llegaban a mi móvil y lo más importante; el nivel de estrés que iba a experimentar o mis cambios de humor al no poder comunicarme a través de él.
Me dio tiempo para pensar si accedía o no a ser su cobaya por una semana. Al principio pensé que podría buscarse a otra persona (siento ser tan borde a veces) pero después me sucedieron cosas y hubo momentos por los que consideré su propuesta y lo hice. Amigas que no dejan el móvil ni para comer, que notan la vibración de su móvil entre cinco capas de ropa o que esperan la iluminación de su móvil como agua de mayo mientras estudian.

Me hizo gracia al pensar que sería como el programa "21 días" de Samanta Villar. Yo iba a vivir sin Whatsaap durante una semana.

Además de las obligaciones de no mirar el chat, aparecer desconectada (ya que supervisaría mi hora de desconexión) y anotar cada día los efectos de no poder utilizarlo, introdujo una nueva cláusula al pacto: no debía decir por qué no usaba la aplicación para ella poder analizar los cambios que se pudieran producir en mi relación con las personas que habitualmente me escriben y el efecto que tendría en otras personas el no poder comunicarse conmigo a través de la aplicación.

De todas formas, acepté. Sabría que iba a ser un reto al fin y al cabo para mi. Podría comunicarme mediante llamadas, sms y todas las redes sociales que tengo salvo Whatsaap.

Y qué cambio.

Pensé que conmigo no iba a tener problemas, no soy una persona que viva pendiente de su móvil constantemente, pero pronto apareció la sensación de culpa al no poder contestar y más rápido aparecieron los primeros sms con la misma frase: "no te va whatsaap o que?" y el "te has muerto o que?". Me hizo gracia pensar que por sólo no tener una aplicación la gente piensa que has desaparecido del mapa.
Esta semana he disfrutado más de los cafés para ponerse al día, de las llamadas y sobre todo, de no tener que llevar mi móvil a todas partes para poder comunicarme. Las horas de estudio me han cundido, la hora de irme a la cama también ha cambiado, antes me podían dar las 2 de la mañana perfectamente y esta semana he conseguido dormirme algunos días más pronto. Algunas amigas mías se han enfadado al no contestarles, espero que ahora no me maten al saber por qué no lo hacía.

En resumen, ahora me toca leer más de 1000 mensajes acumulados durante estos 7 días. Si mi móvil lo ha soportado, creo que yo también podré.

P.D.: No viene nada mal de vez en cuando desengancharse del móvil. Disfrutas más de una canversación cuando es real, y no al tener que dejarte los dedos para poder contestar a tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario