martes, 10 de septiembre de 2013

Todavía no.

Debería alegrarme por volver a ver a mis amigos tras dos meses fuera, de volver a mi cuarto y ver que las camisetas blancas ahora que estoy morena me quedan algo mejor que en junio, saber que todavía queda mucho tiempo hasta que toque los apuntes y que el verano no ha desaparecido. Pero no es así.

El frío en esta ciudad ha vuelto y hasta abril sé que no nos abandona. Veo los abrigos en el armario y viene la misma frase de todos los años a mi cabeza: "otro invierno más aquí". Es como si las pilas que he recargado se hubieran descargado a la misma velocidad que la distancia se acortaba en el viaje de vuelta.

Muchos de mis mejores amigos se van de Erasmus y, aunque me alegre por ellos, tengo envidia por ellos. Por lo menos hay algo bueno de todas estas despedidas; nos reencontraremos en algún aeropuerto de Francia, Bélgica, Italia, Polonia y Hungría. Cuánto dinero me va a tocar ahorrar para poder ir a todos esos lugares. Es lo malo de esta ciudad. Más de lo mismo. Los mismos bares, los mismos planes de fin de semana, la misma gente por las calles y la misma idea sobre lo bordes y secos que somos los vallisoletanos que hay que corregir a cada extranjero que se pasa por aqui.
Ya estoy contando los días para mi próxima escapada.

Vuelvo a partir de cero como el año pasado, con la idea de evitar los problemas y preocupaciones. Pero al igual que yo escapaba de ellos, parece que me esperaban sentados en el sofá de mi casa sin moverse y no entiendo por qué no han hecho como yo y han desaparecido. Y aquello que creía que estaba bien, resulta que ha aprovechado mi ausencia para ponerlo todo patas arriba y de paso también a mi.

Septiembre, no contaba contigo. Todavía no.


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