martes, 10 de diciembre de 2013

Marcadas a fuego.

Hasta hace bien poco, pensé que la unica forma de cerrar puertas era quemando puentes. Hacerlos volar en mil pedazos para evitar volver a cruzarlos. Pero ahí quedan los restos como ocurre con el fuego; siempre quedan las brasas de la gran hoguera.

Pues bien, hay personas que quedan marcadas a fuego en nuestra piel y volverlas a tocar, aunque sólo sean pequeñas ascuas del gran incendio, pueden volver a consumirnos. Y vuelven a prender como antes. Ni el agua fría los apaga, ni la arena poniendo distancia las tuercen de su camino.

Se evita aquello que sabemos que es malo para nosotros, que intuímos nos va a hacer daño, que ya nos lo ha hecho... Y a su vez no podemos dejar de contemplarlo como si estuviéramos hipnotizados, esperando que en cualquier momento muestre un hecho insólito, como esa llama azul que en muy raras ocasiones aparece.

He aquí la misma situacion de siempre. Procurando tener más pájaros en la cabeza que mariposas en el estómago. Intentando no destrozar el puente, simplemente cruzarlo de una vez y no retroceder.

Al que desea seguir el camino sin dejar huella. Es imposible.

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