miércoles, 20 de marzo de 2013

Cruce de intenciones.

Ahora más que nunca juega el corazón y no la cabeza. He arriesgado demasiado y demasiadas veces por algo que se contradice una y mil veces, pero siempre acaba por arrasar con mi pensamiento y mis principios. Ha conseguido anteponerse a base de sonrisas y miradas a casi todo aquello que para mi trascendía mucho más que una simple tontería sin importancia, como comenzó siendo: un cruce de intenciones, de desenfreno de puertas para dentro y de rechazar aquello que era seguro y bueno por el desequilibro y riesgo.

Todo este tiempo desde entonces me demuestra que no puedo hacer como si no existiera, porque siempre que he intentado evitarlo, vuelve. Vuelve para dejarme tras él un rastro de amarga culpabilidad y a la vez de la mayor felicidad; una felicidad que muy pocas veces había llegado a sentir y que la delata la sonrisa que desde hace mucho no se dibujaba en mis labios. Porque no sabe la capacidad que tiene de poner todo boca abajo con tan sólo mirarme y no concederme ni el poder de la duda para saber si hago algo bueno o malo. Pero ¿cómo puede ser malo algo que me hace feliz?. ¿Cómo puede llegar a ser bueno algo que roza la prohibición?.

Para la esa debilidad con nombre y apellidos. No sé si te quiero cerca o lejos.

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